OLIVARES: José Olivares Larrondo, "TELLAGORRI"
Ver aparte OLIBARES_EN_ZEANURI.
UNO: Ser de Algorta.
Dos: Que
en Algorta me lean un poco; sólo un poco.
TRES: La Suerte De Ser
Pobre.
CUATRO: Padres, abuelos
y otros ascendientes de Tellagorri.
CINCO: Breve biografía de Tellagorri.
SEIS: Tellagorri en la obra de Javier Campo Esteban titulada "Getxo en sus calles con nombre propio".
UNO: Ser de Algorta:
”Pero tengo la suerte de pertenecer a un pequeño pueblo y de haber nacido en un país de límites al alcance de la mano:
Del Ebro al Adour y del
Cantábrico a la Ribera de Navarra; eso es todo.
Y
dentro de eso, unos hombres que casi nos vemos y nos hablamos todos los
días.
Y
quizá esté ahí, en esa misma limitación y en esa misma intimidad, en esa
pequeñez y en ese conocimiento,
toda
nuestra fuerza sentimental; esa fuerza gracias a la cual se adhiere todo
nuestro ser a toda nuestra tierra,
con
una inquebrantable terquedad y con una soberana decisión de seguir siendo lo
que somos.
Quizá esté ahí
el auténtico patriotismo, el amor auténtico a la patria,
en contraste con el patriotismo oficial, con el patriotismo estatal,
que pretende lo imposible: que tengamos como cosa propia,
como parte de nuestro mismo país a comarcas que no hemos visto siquiera, de lejos que están,
y que tengamos por compatriotas
a gentes con las cuales no tenemos la menor similitud temperamental.
Tellagorri en Las
Horas joviales; cap. IX: El Encanto de la intimidad.
En las bibliotecas municipales de Algorta tenemos varias obras de Tellagorri.
=======================================================================
DOS: Que allí, en Algorta, pasados los años me
lean un poco; sólo un poco.
Tellagorri
en Las Horas Joviales, editado en Buenos
Aires en 1950
Y también escribimos por vanidad. Por mi parte, confieso que me
gustaría ganar un poco de fama. No mucha, porque eso tiene que ser molesto y
tiene que empequeñecer y atontar a uno. Me gustaría tener
una pequeña fama, limitada a mi pequeño pueblo (Algorta); y aun allí, una fama
difusa, intranscendente, sin ninguna consistencia. Quisiera que allí donde terminan las casas
de mi pueblo y empiezan las huertas, terminase mi pequeña fama; no
me importaría que en el pueblo de al lado no me conocieran siquiera. Pero
confieso que me gustaría, cuando bajo hacia el mar por las retorcidas calles
del puerto viejo de mi pueblo, oír que una vieja vendedora de anchoas le dice a
su vecina:
-Mira, ése es el que dicen que escribe libros, o novelas, o no
sé qué.
-¿Ese? Pues tiene la misma pinta que los demás.
Como
me gustaría que en la reducida biblioteca -un pequeño
armario- del feo casino de mi pueblo, que mandaron
construir unos «indianos», hubiera algún libro mío; y que algún viejo de los que suelen ir allí a gastar el tiempo lo
leyera alguna vez, y encontrase en él algo que le interesase; y que dentro de cien años, cuando se derribe el casino
para ensanchar la calle, lo robe alguien y se lo lleve escondido a su casa,
sin más que porque lo escribió uno del mismo pueblo que ya murió hace muchos
años.
Eso ya me gustaría. Y me gustaría tener en el pueblo (Algorta) -aunque comprendo que esto es mucho más difícil- unos pocos admiradores, tres o cuatro, que guardasen en su casa con cariño mis libros, y que cuando yo muera, se pusieran a releerlos con alguna simpatía y con algún recuerdo ligeramente emocionado.
TRES: La Suerte De Ser Pobre.
Tellagorri;
capítulo III de “Las obras joviales”. Editado en 1950.
Javier Campo Esteban, en su obra “Getxo
en sus calles con nombre propio”, hablando de Tellagorri
nos dice: “Aconsejo a todos mis lectores
que lean ese tercer capítulo de "Las horas joviales”: No hay evangelio que
lo diga mejor ni escritor del Siglo de Oro que lo describa con tanta lucidez,
inspiración y clarividencia”. Para facilitar ese deseo de Javier Campo, he aquí el texto de ese
capítulo:
Dinero hace todo el que quiere, pero a condición de
querer de verdad, sin más pensamiento en las veinticuatro horas del día que el
de hacer dinero; ahora que, nada de escrúpulos, ¿eh?, nada de escrúpulos. No
todos lograrán la misma fortuna, pero más de un millón, cualquiera.
Si perdemos el tiempo en amores románticos, o
nos sentamos en una butaca a oír a Bach, o nos dedicamos a leer a Verlaine, o
a contemplar lienzos del Greca, o a mirar a las flores y a los pajaritos, o a
ver cómo navegan las nubes, o nos tumbamos a la sombra de un árbol para echar a
volar la fantasía, entonces no haremos un centavo; pero si no pensamos más que
en hacer dinero, haremos dinero; más de un millón, desde luego. No es cierto
eso de que sólo los tontos hacen dinero, ni eso otro de que hay que ser listo
para redondear una fortuna; lo cierto es que hacen dinero, sea poca o mucha su
dotación mental, todos los que lo desean de verdad, sin querer ninguna otra
cosa ni pensar en nada más. Pero, ¿cómo se consigue no pensar en otra cosa que
en llegar a ser rico? ¿Cómo se forma esa voluntad? De ninguna manera: se tiene
o no se tiene, y eso es todo.
Yo tengo la suerte de ser pobre,
aunque comprendo que esto de decir que ser pobre es una suerte ha de resultar bastante
chocante en un mundo y en una época en que todos, con voluntad o sin ella,
desean ser ricos; pero comparando todas las circunstancias que se dan en la
vida de los pobres y en la de los ricos, no hay duda sobre que los pobres viven mejor, que su vida es más
intensa, más sabrosa y hasta más alegre que la del rico. Lo que pasa es que
la vida del pobre tiene con demasiada frecuencia aspectos de extremada penuria,
que la hacen penosa. Y esto ocurre porque los hombres que se lanzan en busca de
fortuna, y que habiéndola alcanzado quieren acrecentarla hasta el infinito,
pierden todo freno y no ven, o no les importa, el daño que causan en su caminar
insensato; tan ciegos van que no advierten siquiera que ese daño que hacen a
las gentes de condición modesta al convertirlas en miserables se vuelve cada
vez más contra ellos mismos.
Creo que si el pobre quiere ser rico,
ello se debe a que no tiene ni idea de lo que es ser rico. Supone que el ser
rico equivale a vivir una vida suave, blanda y feliz. No, no; ser rico equivale
únicamente a tener dinero, pero nada más.
Hay quien cree que el rico que come manjares todos los días y
bebe los mejores vinos es más feliz cuando come y bebe que el pobre cuando
despacha un plato modesto y sustancioso con un trozo de pan blanco y una
jarrita de vino. ¿Cómo se ha llegado a medir eso? Me inclino a creer que todo
es cuestión de apetito, y de esto siempre tiene mucho más el pobre que el rico.
Igualmente me parece un poco tonto creer que duerme mejor el rico en su cama de
miraguanos que el pobre en su catre. No; todo es cuestión de costumbre, de
sueño y de cansancio, y también de esto está mucho mejor provisto el pobre que
el rico.
Como hay quien supone que basta ser rico para sentirse dichoso en
una butaca mientras en el escenario se desarrolla una ópera. Tan no basta que
casi todos los ricos se aburren en ese espectáculo, que no es para ricos ni
para pobres, sino para espíritus selectos, para personas de fina sensibilidad,
que se da mucho más en los pobres que en los ricos. Los artistas saben muy bien
que los espectadores que más saborean el espectáculo, los mejores críticos, no
están en las butacas ni en los palcos, sino en las localidades altas. Entonces,
¿quiénes son más felices mientras se desarrolla la ópera?
La vida del rico es mucho más pobre que la del pobre. Me
refiero, naturalmente, a la vida interior, que es la verdadera,
la única vida; lo otro, lo exterior, el automóvil de lujo, el
palacio suntuoso, tiene la misma importancia que la cáscara de la nuez; lo que vale, lo único que vale, es lo de dentro.
El rico no puede, precisamente por ser rico, no
por otra cosa, sentir la infinita variedad de esas emociones que hacen rica la
vida del hombre, que afinan su sensibilidad, agilizan su mente, enternecen su
corazón, aumentan su capacidad emotiva. Por eso, exactamente, casi todos los
hombres superiores que ha dado la humanidad en las diversas manifestaciones del
espíritu, supremo valor de la persona, han sido pobres. Son flores que se dan
casi siempre en los huertos humildes de las clases desheredadas, no obstante
estar los ricos en situación material mucho más ventajosa para cultivarse.
Andersen, el de los cuentos maravillosos, fue hijo de un zapatero remendón;
Dickens vivió en apurada estrechez económica mientras su corazón y su cerebro
sentían y elaboraban sus mejores obras; Dostoievski no tenía ni leña para
calentarse mientras escribía sus mejores libros...
¿Y por qué esto? Pues porque lo que esos grandes hombres han
trasladado a las cuartillas, al pentagrama, al lienzo, son trozos de sus
propias vidas. La misma estrechez en que vivieron les hizo conocer aspectos de
la vida que están ocultos a los ricos; esas sus penurias les hicieron sentir
con toda intensidad emociones que los ricos no pueden conocer; su convivencia
con las gentes tuvo una desnudez, una verdad que los ricos no saben lo que es;
la misma pobreza afinó su sensibilidad, sus dotes de observación, su ternura,
su imaginación en un grado que a los ricos les veda esa misma facilidad, esa comodidad
en que viven.
El pobre, por serlo, cultiva él mismo su huerto, en
tanto qque el rico, por serlo, tiene jardinero. Por eso el pobre conoce todos
los aspectos de la vida, todos sus problemas y dificultades, y el rico conoce
muy pocos. Son los pobres quienes han alcanzado las más altas cimas de la
riqueza espiritual y han vivido vidas plenas, intensas, ricas; los nacidos en
magníficos palacios han vivido casi siempre en el valle de la mediocridad, lo
cual quiere decir que sus vidas han sido bastante tontas e insípidas.
De familias ricas, o acomodadas, han salido, es
verdad, eminentes hombres de la Iglesia. Ahí tenemos a Santo Tomás de Aquino, y
a San Ignacio, y a San Agustín, por no citar más que algunos; pero si llegaron
a ser lo que fueron, ello se debió, no a que pertenecieran a familias de
posición holgada, sino, al contrario, a que, renunciando a su condición, se
hicieron pobres. Y nunca se vio San Francisco de Asís, hijo de familia rica, tan
a gusto como en la pobreza. «La Suma Teológica», las «Confesiones» «La Ciudad
de Dios» fueron escritas en la pobreza, como fue realizada en la mayor pobreza
toda la obra de San Ignacio y de San Francisco.
¡Vidas ricas, vidas intensas, vidas llenas de emociones! ¿Cómo va a pretender nadie comparar la satisfacción que
puede sentir el hombre más rico del mundo exhibiendo sus yates, palacios,
autos, amigas y todo lo demás, con la que habrá sentido Cervantes cuando
escribía su «Quijote»?
No; no hay comparación posible entre la vida interior del pobre
y la del rico; aquélla es infinitamente más rica, más sabrosa, mejor.
Verdaderamente, es duro vivir en la miseria, pero ser
pobre, nada más que pobre, es decir, que ni sobre ni falte dinero haciendo una
vida modesta, limitada, eso es mucho mejor que ser rico.
Sin embargo, todos los pobres quieren salir de su pobreza;
pero aparte del engaño que se padece al creer que basta ser rico para ser
feliz, ello es debido a que el pobre, por
la mecánica que rige la distribución de los bienes, vive en constante peligro
de convertirse en miserable, en hombre sin pan, sin ropa, sin techo, a la
intemperie, azotado por todos los infortunios; y para estar a cubierto de
esa contingencia quiere consolidar su situación, amasar alguna riqueza que le
asegure contra aquel riesgo. Y se lanza
en busca del dinero; pero ese camino no tiene meta y así, la vida entera del
hombre se convierte en un jadear constante, en un correr sin reposo ni respiro,
en un ansia que jamás se satisface. Y en esos afanes le llega la vejez y
entonces, cuando ya es demasiado tarde para rectificar, se da cuenta de su
equivocación terrible. ¡La triste vejez del hombre que se ha pasado la vida
haciendo dinero! ¡Los últimos días del que advierte que le llega la muerte sin
haber vivido! No, no; para otros esa vida.
Siempre he creído que para encontrar alguna felicidad sobre la tierra hay que tener algún dinero, pero poco.
Descartando la miseria, que es cosa mala, agria, pálida y flaca, y dentro de
la cual solamente los santos pueden sentirse a gusto, la economía doméstica
debe ser la necesaria para poder comer modestamente, vestir discretamente,
poder tomar en la calle un café o un vaso de vino, comprar el periódico,
tabaco, algún libro... y nada más. Todo lo que pase de ahí es
contraproducente y ser millonario es una verdadera mala suerte. Además, cuando
se tiene poco dinero, uno es dueño de ese dinero y lo maneja a su gusto, sin ninguna
preocupación, en tanto que cuando se tiene mucho, el dinero es dueño de uno, y
uno sólo vive para servir a ese dinero, lo cual es una forma de dura esclavitud.
Salvada la miseria, el hombre es feliz o no, dentro de la pobreza,
según sea su riqueza espiritual. Cuando se tiene un espíritu rico se
encuentran en el mundo muchísimas cosas agradables, de las que uno goza sin
gastar un céntimo; cuando no se tiene ese espíritu, no hay felicidad posible.
Pero aún teniéndolo, el hombre no puede ser feliz si es millonario porque,
esclavo de sus millones, no puede dedicar el tiempo a dar fiestas a su alma;
tiene que estar pendiente de sus acciones, de sus fábricas, de sus barcos, de
sus abogados, sus agentes, administradores. Y así no hay forma de ser feliz,
sino de aparentar que se es feliz, y esta apariencia es la que hace que tantos
y tantos envidien a los ricos. Yo, no. No necesito nada para el auto, por
ejemplo. Prefiero viajar en tranvía y oír los comentarios que hacen los
optimistas que van apretujados cuando el cobrador sigue gritando desde la popa:
“¡Un pasito de costado, ahí en medio, que hay lugar!”; o en “subte”, donde los
muchachos que salen de las oficinas dicen cosas verdaderamente graciosas. En
cuanto a las sortijas de brillantes, como no he nacido en ninguna tribu de
África, no estoy capacitado para hablar de los goces que pueden producir esas y
otras cosas de brillo. En cambio, tengo opinión sobre lo que goza el espíritu
cuando, andando por la calle en las primeras horas de la noche, se ve a una
pareja de enamorados, tomados de las manos, que se hablan con los ojos y se
beben mutuamente el aliento, de próximas que están las narices, y piensa uno en
cómo terminará todo ello al cabo de muy poco tiempo de casados; o cuando se ve
a una abundante y rotunda señora de sesenta años, con las uñas pintadas, los
labios pintados, la cara pintada, el pelo teñido, estallante de sortijas,
pendientes, collares, broches y pulseras, colocada arrogantemente y con el
mayor entusiasmo entre un par de zapatos de tacón alto y un sombrero
inverosímil, ornado de cerezas y de pájaros; o al leer cómo relata Chesterton
los dichos y los hechos del célebre juez Basilio Grant; o al meditar sobre qué
es lo que podrán gozar los ricos cuando se llevan a casa una tela de Portinari
o de Picasso, la cuelgan en la pared y tienen que mirarla y remirarla todos los
días; o al entrar en el corro de los curiosos que en la Plaza de la
Constitución suele formarse alrededor de los siempre animosos y jamás
derrotados miembros del «Salvation Army», o protestantes, o evangélicos, o no
sé qué, que se reúnen allí los sábados por la tarde, y después de unos
sermones cortitos, cantan ellos y ellas, acompañados de una pequeña banda, en
la cual, con toda su pequeñez, no faltan el bombardino, el saxofón, el
cornetín, la concertina y dos panderetas, unos himnos también cortitos, para
que nosotros, los profanos, los aprendamos en seguida... Entrar, como digo, en
el corro de curiosos y cantar mientras suenan bien acordes bombardino y
cornetín, saxofón y concertina, aquello de:
Oh,
sí, para ti hay perdón.
En
la cruz padeció Jesucristo;
Oh,
sí, para ti hay perdón.
Cantar eso en la Plaza de la Constitución, debajo de los árboles,
cuando el sol está cayendo por detrás de la cervecería «Munich», es bastante
más emotivo y animador que llevar en la corbata un alfiler de diez mil pesos. Y
aquello no cuesta nada.
Ahora bien: ¿no tiene usted un espíritu juguetón? Pues está usted perdido y ni todos los millones del mundo le
harán sonreír siquiera. Aparte de que para quien se haya pasado la vida
amasando millones no hay perdón. Aquello de «Oh, sí, para ti hay perdón» se
refiere a los que hemos venido al mundo en plan de contemplativos. Para
nosotros, para los que no tendremos nunca un centavo, para los que desde el
primer día nos hemos dejado guiar por el dedo de Dios, para nosotros hay
perdón. Para los soberbios que se soltaron de la mano de Dios creyendo que ellos
sabrían elegir mejor, ¡qué va a haber perdón!
=====================================================
CUATRO: Padres, abuelos y otros ascendientes de José Olivares
Larrondo, Tellagorri.
I.- Domingo de Olibares Ubidea y su esposa María de Petralanda Arrialdey fueron vecinos de la anteiglesia bizkaína de
Zeanuri y padres de:Martín, nacido en 1632, y de:
II.- Domingo de Olibares Petralanda, bautizado el 15 de mayo de 1637
en Zeanuri, que se
casó en 15 de febrero de 1672 en
Orozko, parroquia San Bartolomé de Olarte, con Francisca de Mimenza Oqueluri (Artea, P. Sta. Mª de Castillo, b. 6-I-1645; hija
de Lucas de Mimenza Arechaga y de Domenja de Oqueluri Yturrungoitia).
Domingo y Francisca fueron padres de siete hijos
(bautizada la primera en 1670 como hija natural, antes de la boda de los padres
boda), nacidos en el Valle de Orozko en los años 1670 a 1686, uno de los cuales
se llamó:
III.- José de Olibares Mimenza, bautizado el 2 de marzo de 1683 en Orozko,
parroquia San Bartolomé de Olarte, en la que contrajo matrimonio, año 1715, con Josefa de
Picaza Rementeria, en la que José fue padre de ocho hijos, bautizados en Olarte
de 1716 a 1737. Uno de estos fue:
IV.- Sebastián de Olibares Picaza, bautizado y casado en San
Bartolomé de Olarte, en julio de 1727 y mayo de 1754, respectivamente. Su esposa fue María
de Olavarria Malzarraga y ambos
tuvieron siete
hijos, nacidos en el Valle de Orozko, siempre en su parroquia San
Bartolomé de Olarte, de 1755 a 1765. El que hoy nos interesa es el de
nombre:
V.- José de Olibares Olabarria, bautizado el 12 de marzo de 1756 en la
parroquia San Bartolomé de Olarte y casado en otra
parroquia del Valle de Orozko, la de San Lorenzo de Urigoiti-Zaloa, en el año 1784
con María de
Acha Malzarraga. El primero de sus cuatro hijos fue:
VI.- Gabriel de Olibares Acha, bautizado el 7 de mayo de 1787 San Bartolomé
de Olarte, parroquia en la que se casó en 1815
con María
Antonia de Ybar Gallartu y Larravide, enlace del que nacieron seis
hijos, siempre en el Valle de Orozko, años 1816 a 1828. Uno de estos fue:
VII.- José Antonio de Olibares e Ybar Gallartu, bautizado el 28 de mayo de 1825
en la dicha parroquia San Bartolomé de Olarte, Valle de Orozko, en la que contrajo
matrimonio, año 1850, con Micaela de Acha Echevarria, padres ambos
de seis
hijos, nacidos en Olarte de Orozko de 1851 a 1866. Uno de ellos fue:
VIII.- José de Olibares Acha, bautizado el día 8 de mayo de 1856 en San
Bartolomé de Olarte, en el Valle de Orozko, Valle
de sus antepasados que José abandonó para pasar a vivir en la anteiglesia
costera de Getxo, en cuyo barrio de Algorta y parroquia de San Nicolás se casó, en febrero de 1890, con Inés de
Larrondo Bengoechea (Getxo, P. San Nicolás de Algorta, b. 21-I-1862;
hija de Robustiano de Larrondo Ynchaurtieta y de Felipa de Bengoechea y Ortiz
de Zarate).
A comienzos del siglo XX vivían
José, de profesión jardinero, e Inés en la
Avenida Basagoiti del barrio Algorta de Getxo con sus hijos:
1.- Andrés Benigno de Olivares Larrondo (Getxo, P. San Nicolás de Algorta, b. 7-I-1891).
2.- José Timoteo de Olivares Larrondo (Getxo, P. San Nicolás de Algorta, b. 25-XI-1892).
De José
Timoteo trataremos en el apartado siguiente (IX).
3.- Isabel Eulalia de Olivares Larrondo (Getxo, P. San Nicolás de Algorta, b. 19-XI-1894).
4.- Ramos Isaac de Olivares Larrondo (Getxo, P. San Nicolás de Algorta, b. 11-IV-1897).
IX.- José Timoteo Olivares
Larrondo nació
en Algorta el 22 de noviembre de 1892 y fue bautizado tres días más tarde en su
parroquial de San Nicolás. Se casó con la duranguesa Agustina Camiruaga, con
la que tuvo a:
Isabel, Puri y José Antonio Olivares Camiruaga.
======================================================
CINCO: Breve biografía de Tellagorri.
A José
Timoteo, más conocido con su pseudónimo TELLAGORRI (nombre que tomó de uno de los
personajes de Zalacaín el Aventurero
de Baroja), está dedicada una plaza en
Algorta, desde 1980, la popularmente conocida como Plaza del Tilo.
Nos encontramos ante uno de los escritores más
destacados nacidos en Getxo. En su juventud fue futbolista del Arenas Club de
fútbol y funcionario por oposición de la Diputación Provincial de Bizkaia:
salía del trabajo a las dos de la tarde, llegaba a las tres a Algorta y tenía
la tarde para lo que le placiera.
Con Ramón y Vicente Amezaga fundó el periódico local “El Gobela” y
colaboró en el diario Euzkadi como
comentarista deportivo. En 1925 ingresó como redactor en el periódico deportico Excelsior, del que
llegó a ser director. “Ya en ese momento
se vislumbra su fino humor que pretende romper barreras y desmitificar la
seriedad consustancial de los vascos... Tenía una gracia natural; era
humorista, fino y elegante, propenso al misticismo, profundamente sensible y de
un temperamento jocundo”.
En
los años treinta guerra era nacionalista independiente y participó en la
fundación de Acción Nacionalista Vasca, donde ejerció puestos directivos. No
militó en el PNV porque: “soy sabiniano y
aguirrista de alma, pero ¡ay! también soy barojiano”.
En
1932 visitó, junto a los hermanos Uribe-Echevarria, la Unión Soviética, país que le causa profunda impresión. De ese
viaje es su obra “Por tierra de los soviets”, publicado en enero de 1933 en Tierra Vasca. En él destaca la fuerza,
belleza y emotividad que destila el folklore ruso, así como el canto de La
Internacional a la terminación del Congreso, entre delegados de 27 países e
idiomas distintos que con voz trémula y llenas de emoción y calor, la entonan.
En
1936 pasó a Francia ya que, de quedarse y dadas sus ideas, le esperaba el
pelotón de fusilamiento: a Bayona y París, donde estuvo del 37 al 40. Entraron los nazis en Francia y embarcó Tellagorri rumbo
a América en enero de 1941, pero en la travesía el barco sufrió un ataque y
acabó preso en Marruecos, donde permaneció once meses, al cabo de los cuales
consiguió huir y llegar a Cuba, donde le recibió otro algorteño y primo suyo: Víctor
Lejarcegui Larrondo (Algorta, b. 9-X-1900, hijo de Víctor Lejarcegui Vera y de Elisa
de Larrondo Bengoechea, hermana ésta de la madre de Tellagorri).
Pronto pasó Tellagorri a Argentina, llegando a Buenos Aires en abril de 1942. De esta odisea son sus libros París abandonado, editado en Cuba, y Antón Sukalde, especie de autobiografía
novelada en la que relata las vicisitudes de este viaje transoceánico.
Cuando escribo estas líneas sobre
Tellagorri, tengo ante mí dos de sus obras:
Antón Sukalde y Las horas joviales.
Es amplísima la producción literaria de
Tellagorri y la mayoría permanece inédita. Aquí dejo a Tellagorri: algunos de sus libros está a disposición de todos en las bibliotecas municipales de
Getxo.
================================================================
SEIS: Información más amplia sobre la vida, alma y sentimiento de TELLAGORRI
Transcribo
seguidamente el texto íntegro que Javier Campo Esteban nos ofrece sobre
TELLAGORRI en su obra “Getxo: sus calles
con nombre propio”, editada en 2017. Obra al alcance de todos en librerías
y bibliotecas bizkaínas.
Escribe Javier Campo Esteban.
Esta plaza, conocida
por los algorteños de toda la vida como "Plaza del Tilo" sufrió el cambio de denominación según acuerdo
unánime del pleno del Ayuntamiento celebrado el 17/5/1980. En ese mismo pleno
se modificaron los nombres de otras calles como "Hispanidad';
"Capitán Murga'; "Plaza del Generalísimo'; "Avda. del Triunfo';
"Capitán de Requetés; "Plaza de Primo de Rivera'; etc. Hubo sus más
y sus menos entre los distintos partidos pero al final se impuso el consenso.
Debemos confesar desde
este primer momento que no teníamos ni idea de que detrás de la palabra "Tellagorri"
se hallase una persona de carne y hueso, con su nombre y apellidos. Y por lo
tanto, debemos confesar que menos supiésemos que esa persona fuera un escritor
tan prolífico y tan bueno en su sencillez. Lo descubrimos leyendo la pequeña
historia de Getxo que nos dejó escrito nuestro amigo ya fallecido, Valentín Solagaistúa.
En él, cuando habla de la literatura y los escritores nacidos en Getxo, destaca
por encima de todos, aunque sólo sea por afinidad política, a Tellagorri.
Pero también destaca
sobremanera, el tremendo desconocimiento que albergamos de los pocos que han
sido algo o que son en la actualidad dentro del arte de la literatura, bien en
prosa, bien cultivando la poesía o la narrativa histórica. En mi modesta
opinión, en la actualidad, los únicos "populares" serían Ramiro Pinilla, recientemente fallecido
y Unai Elorriaga. Hay otros muchos,
lo sé, pero poco conocidos para la mayoría ... y leídos ... Quién se acuerda de
Javier Bengoetxea "Tabaco y Oro"
con sus maravillosas crónicas taurinas, de Fede Bilbao, poeta omnipresente y
que, incluso, fue jugador del Athletic, al que recientemente le han concedido
el premio "Elías Amézaga"
por toda una vida escribiendo, de J.J. Rapha Bilbao, con sus cuentos, narraciones,
novelas, etc., y otros muchos que intentan sacar la cabeza por el útero casi
infecundo de las editoriales y ver el deseo cumplido de que alguien les lea y
les recuerde, incluido este servidor.
Ya hace 35 años, Martín
Ugalde, otro escritor casi olvidado, en la introducción que hace del libro "quasi
autobiográfico" de TelIagorri, ''Antón
Sukalde" nos recrimina por "necesitar
presentación en su propio pueblo que revela la magnitud del abismo que ha
abierto una guerra de 40 años, una barbaridad" y otros 40, añadimos
nosotros, de democracia para continuar sin conocer a una de las personas que más
ha merecido se le dedique, en su pueblo, una calle o una plaza como es en este
caso. Por esto y otras muchas cosas, este escritor, algorteño hasta la médula,
ha terminado por ser "el gran olvidado" aunque no para la persona que
propuso este nombre de Tellagorri para la archiconocida "Plaza del Tilo':
Tenemos que remontarnos a nuestros años jóvenes en los que la lectura de Pío
Baroja se hacía a escondidas porque era anatema, pecado de confesión y casi excomunión,
para encontramos en la novela titulada "Zalacaín el Aventurero'; con un
personaje muy típico en el País Vasco descrito por el autor como "hombre
pícaro e insobornable". Esta obra escrita en 1909 y tildada por su autor
como "la más pulcra y bonita" de las suyas, fue llevada al cine en
1928, protagonizando el papel de Tellagorri, el tío de Zalacaín, el mismísimo
hermano de Pío Baroja, Ricardo.
Tellagorri,
era un hombre flaco, de nariz enorme y ganchuda, pelo gris, ojos grises, y la
pipa de barro siempre en la boca. Punto fuerte en la taberna de Arcale, tenía
allí su centro de operaciones, allí peroraba, discutía y mantenía vivo el odio
latente que hay entre los campesinos por el propietario. Bien sea por sus inclinaciones
hacia la obra barojiana o por sus similitudes con el personaje, Pepe Olivares
decidió mimetizarse en TelIagorri
aunque eso significase que las generaciones venideras no le identificasen por
su verdadero nombre. No fue el único apodo o alias con el que escribió, Chipiteguy, por ejemplo, Kasia, fue otro, e incluso a algunos
artículos ni siquiera les puso nombre, pero se quedan en mera anécdota. Un
pseudónimo puede ser simplemente una careta, un antifaz o un juego con el que
un autor evade la responsabilidad de lo escrito frente a sus lectores y puede
ser, también, un simple adorno, un revestimiento que, además de encubrir,
añade un toque de misterio o sugestión. En el caso de nuestro personaje no era
ni una cosa ni otra, su falta de vanidad le impedía mostrar al desnudo su
verdadero nombre.
En este punto, en el
resto de las semblanzas, comienzo a relatar la biografía del personaje. En
este caso es muy breve y se cuenta en unas pocas líneas, lo verdaderamente
interesante de Tellagorri es desentrañar su vida, no ponerle fechas, interpretar
sus escritos que no lo necesitan porque son meridiana mente claros, y seguir e
través de su autobiografía “Antón Sukalde”
el destino que le embarcó lejos de Euskadi físicamente, que no en su cabeza ni
en su corazón y menos en su pluma, lápiz más bien (siempre iba a todas partes
con su libreta o unas cuartillas y su lápiz), a la que no cesó de glosar.
Nació en Algorta,
cuestión que marca estés donde estés y realices la profesión que realices, el
22/8/1892 y murió en Buenos Aires el 17/6/1960. Estas son las dos únicas fechas
importantes en su vida El resto son una sucesión de hechos sin continuidad en
las que ni a él mismo le ha parecido importante datarlas, porque todas estas
cuartillas estaban destinadas a un público exclusivamente familiar.
Fue bautizado tres días
después en la parroquia de San Nicolás de Bari de Algorta, siendo sus
progenitores José Olivares Acha e Inés Larrondo Bengoechea. De niño acudió a la
escuela, como todos, para aprender cosas que maldita la falta que
nos iban a hacer nunca. Pero nunca nos dijeron los maestros que existiera la
música siquiera. Por eso maldecía a los maestros de mi infancia que se
empeñaron en que aprendiera a hallar el volumen de un prisma y no me dijeron
nada de músicas. Otro tanto ocurrió con la pintura. Ni nos hablaron de eso en
la escuela, ni nos mostraron nunca unas reproducciones de los mejores lienzos. ¡Para
qué! ¡Cuánto más bonito debía parecerles a los maestros aquello de nominativo,
genitivo, dativo, acusativo, vocativo y ablativo, con intercalaciones de
gerundios y pluscuamperfectos! Esa fue la educación primaria que
Tellagorri, y todos los demás niños de aquel pueblo que estaba ensanchándose,
obtuvieron a mayor gloria de los ministros de Instrucción Pública y de los
maestros de su hechura.
Vamos a seguir los
apuntes biográficos que nos ha dejado Koldo San Sebastián. En ellos nos cuenta
que, en su juventud, Olivares fue futbolista del Arenas Club de Fútbol y
funcionario por oposición de la Diputación Provincial de Vizcaya, ello le permitía salir del trabajo a las
dos de la tarde, llegar a la casa de Algorta a eso de las tres, comer a
continuación y tener toda la tarde para hacer lo que uno quisiera. Tellagorri
se iba muchos días con un libro debajo del brazo al mirador que forman Los
Chopos sobre el mar y se sentaba, solo, en un banco, y leía y pensaba y oía
cantar a los pájaros, y observaba a los barcos que entraban o salían del
puerto. A la caída de la tarde bajaba al muelle de Arriluce o al Puerto Viejo a
charlar con los pescadores, y por la noche a lo mejor se iba al Casino o a una
taberna de los alrededores a comerse una cazuela en compañía de un par de amigos.
Lo mismo que hemos hecho todos los nacidos ya algorteños o los que hemos
conseguido esa distinción aunque sólo sea por los "chuscos" que
llevamos viviendo en el pueblo, con ligeras variantes.
Le entra la vena
literaria y con Ramón y Vicente Amézaga funda el periódico local “El Gabela”: Poco después, su deseo de
convertirse en un periodista de verdad, le lleva a colaborar en el diario
"Euzkadi" como comentarista
deportivo dados sus antecedentes de jugador de fútbol. En 1925 ingresa, como
redactor, en el periódico deportivo "Excelsior"
del que llegará a ser director. Ya en este momento se vislumbra su fino humor
que pretende romper barreras y desmitificar la seriedad consustancial de los vascos.
No tenía que forzar su pluma para encontrar palabras amables o usar la ironía
como medio de ganarse a la audiencia, su gracia era natural en él. A TelIagorri
se le puede tildar de humorista, fino y elegante, propenso al misticismo,
profundamente sensible y de un temperamento jocundo.
Por estas fechas, sin
concretar, él nunca concreta, se cruza en su camino una muchacha graciosa, ligera, esbelta, que tenía unos ojos tristes
bellísimos, suaves y dulces. No la deja pasar, no era de enamoriscar a las chicas, pero tras un año de noviazgo,
la lleva al matrimonio. Era la duranguesa Agustina Camiruaga. De esta unión
nacieron tres hijos, Isabel, Puri y José Antonio.
No existe constancia de
que Olivares fuese afiliado al PNV. En 1930 tenía la consideración de
"nacionalista independiente'; cuando participa en la fundación de Acción
Nacionalista Vasca, donde ejercería puestos rectores. Poco a poco, "Tellagorri" se convierte en uno de
los más activos militantes de la nueva organización política, especialmente
desde su ala izquierda, como demuestra en la asamblea del 28/7/1936 actuando
como miembro de la Mesa Nacional. Cuando se le pregunta por qué no milita en
el PNV, contesta: Soy sabiniano y aguirrista de alma, pero ¡ay! también soy barojiano.
En 1932, en compañía de
los hermanos Uribe-Echevarria viaja a la Unión Soviética, país que le causa una
profunda impresión. De este viaje es su obra “Por tierra de los soviets”; publicado en enero de 1933 en forma
de folletón en "Tierra Vasca”:
En él, destaca la fuerza, belleza y emotividad que destila el folklore ruso así
como el canto de La Internacional, a la terminación del Congreso, entre
delegados de 27 países e idiomas distintos que con voz trémula y llenas de
emoción y calor, la entonan.
En 1932, en compañía de
los hermanos Uribe-Echevarria viaja a la Unión Soviética, país que le causa una
profunda impresión. De este viaje es su obra" Por tierra de los soviets';
publicado en enero de 1933 en forma de folletón en "Tierra Vasca': En él,
destaca la fuerza, belleza y emotividad que destila el folklore ruso así como
el canto de La Internacional, a la terminación del Congreso, entre delegados
de 27 países e idiomas distintos que con voz trémula y llenas de emoción y
calor, la entonan.
En ese mismo año,
aparece “Tierra Vasca”; órgano del
partido en el que milita, ANV, y Tellagorri ocupará el puesto de director entre
1932 y noviembre de 1933. Desde sus páginas, Olivares Larrondo denuncia las
persecuciones indiscriminadas contra los nacionalistas y ataca, sin piedad, a
las organizaciones católicas AVASC y USOV, critica el sindicalismo cristiano ya
que él lo que preconiza es un sindicalismo sólo obrero y un nacionalismo libre
del lastre del clericalismo. En noviembre de 1933, dirige sus críticas a
ELA-STV a la que acusa de excesiva dependencia del PNV. Este hecho dará lugar
a una controversia con "Euzkadi"
y a críticas desde su propio partido, produciéndose una crisis que le obliga a
abandonar la dirección de “Tierra Vasca”.
Sus planteamientos
dentro de ANV se van radicalizando, liderando lo que Granja define como
corriente sindicalista y anticapitalista. En 1934, junto a Luis Areitiourtena,
llega a proponer la creación de un partido laborista vasco. Todo ello dará
lugar a enfrentamientos con los liberales fundadores de ANV que acabarán
abandonándolo a su suerte hacia 1936. Este año, iniciada la Guerra Civil quiso
alistarse para luchar contra el alzamiento militar pero sus 44 años y su poca
vista agravada por la diabetes, no se lo permitieron. La diferencia de hombres
y medios es notoria y la defensa se antoja imposible. Cae Bilbao y opta por el
exilio ya que sus ideas le llevarían, irremisiblemente al pelotón de
fusilamiento. No había nacido para vivir regimentado. Prefería una vida libre a una
vida cómoda, pero a toque de corneta.
Hay quien piensa, entre
los vencedores, claro, que poner tierra de por medio en esas circunstancias es
de cobardes, pero ellos saben que el que se quedó porque no tuvo alternativa,
tenía muchas papeletas de que lo pasasen por las armas, como a Esteban Urquiaga
"Lauaxeta" o Julián Zugazagoitia
y otros varios miles, de los no tuvieron compasión. ¿Cobardía? No; precaución a
la vista de los hechos.
Tellagorri huye a
Francia, primero a Bayona., luego a París. Entre 1937 y 1940, mientras su
situación económica es flaca y hambrea, para sobrevivir colabora en “Sud Ouest”; con el seudónimo de
"Chipiteguy" donde, precisamente escribe varias veces de "cobardes y cobardías" y en "Euzko Deya”, de París. Allí entran los
nazis y le toca huir de nuevo. El 15/1/1941 embarca. demacrado y maltrecho, en
Marsella a bordo del buque "Alsina" aquel muchacho que antes olía a
salud, empujado por el viento de su destino, en la travesía el barco
sufre un ataque y le llevan preso a Marruecos donde permanece 11 meses,
algunos de ellos en un campo de concentración.
Consigue huir y llegar
a Cuba, donde otro algorteño, primo suyo y gran activista nacionalista, Víctor
Lejarcegui Larrondo le ayuda y hasta le propone ante el Lehendakari Aguirre
para que dirija una revista mensual con el nombre de Usoa, Revista de los vascos de América. Aguirre aprobó el proyecto
pero nunca se llevó a efecto, quizá porque Tellagorri
prefirió irse y radicarse en Argentina. Llega a Buenos Aires, en el "Río de
la Plata" el 16/4/1942. De esta odisea son sus libros "París abandonada" editado por
Manuel Altolaguirre en Cuba y “Antón Sukalde”;
especie de autobiografía novelada en la que relata sus vicisitudes de este
viaje transoceánico.
Ingresa en la redacción
de "Euzko Deya" de Buenos Aires donde escribe cientos de artículos,
entre ellos “Navegando sin lastre moral”';
"Que estudien los tontos';
"Yo no soy nadie, señora';
"Del temperamento vasco'; "Cuando los vascos escriben en castellano';
etc. Fue asimismo colaborador de "Galeuzca",
"Euzko Deya" (México y
París), "Euzkadi' (Chile y
Caracas), "Euzko Gaztedi
(Caracas), "Argentina Libre”, “Anti
nazi”, 'Noticias Gráficas" y “A Nosa Terra”, todos ellos de Buenos Aires.
"El País" (Montevideo), "Elite (Caracas), "Ambos mundos"
(Nueva York), "Alderdi”.
Como buen conversador y
tertuliano, preside en Buenos Aires las reuniones informales de A.N.V. junto a
Pello Mari de Irujo y Ollo, Pedro Archanco, Victor Villanueva, Pedro Bilbao,
Timoteo Ullíbarri, Máximo Cenicacelaya, entre otros, dando muestras de sus
vastos conocimientos del mundo del arte ya que era un devoto de la literatura y
de la música a domicilio. Era capaz de invitar a comer a un mendigo por
el placer íntimo de hablar con él, de sus cosas, de sus tribulaciones, de sus
deseos que seguro que tiene, de su vida anterior, de su sentir vital, de su
libertad.
Mientras paseaba
lerdamente por calles tiradas a cordel con su amigo que
había conocido en París y que le siguió en todo su periplo por Marsella, Casablanca,
Veracruz, La Habana y terminando en Buenos Aires, no dejaba de llevar en la
mano su lápiz y unas cuartillas en las que anotaba todo aquello que le llamaba
la atención durante el tiempo en que todo está dorado por este sol que se está
muriendo de tristeza sobre los tejados últimos de la ciudad y hasta que por el
cielo se pasea, indiferente y fría, la luna amarilla. Las discusiones
políticas con su amigo van muy adelantadas. Es muy posible que mi
amigo y yo, a fuerza de discutir, arreglemos el mundo. Lo que no arreglaremos
es nuestra impecunia crónica. Nunca se hicieron con un duro ninguno
de los dos por lo que en muchas ocasiones estas conversaciones las tenían que
efectuar, no en el café, bar o restaurant, que les parecían antihigiénicos,
sino en las salas de espera de estaciones ferroviarias o autobuses en agradable
compañía y con abundante concurrencia de otros tan necesitados como ellos.
En 1951, publica sus
"Las Horas joviales”. Hay que
ser muy sabio, entender bien la vida para describir de una manera tan diáfana
y perspicaz la Suerte de ser pobre,
donde nos compara, ganando por goleada, la vida del rico, pensando las 24 horas
del día cómo ser más rico a cada momento que pasa, y la del pobre sólo tratando
de pasarlo lo mejor posible en cada momento. Estos tienen una vida más
intensa, más sabrosa y hasta más alegre que la del rico. La vida del rico es
más pobre que la del pobre. Me refiero, naturalmente, a la vida interior, que
es la verdadera, la única vida; lo otro, lo exterior, el automóvil de lujo, el
palacio suntuoso, tiene la misma importancia que la cáscara de nuez; lo que
vale, lo único que vale, es lo de dentro. El pobre, por serlo, cultiva él mismo
su huerto, en tanto que el rico, por serlo, tiene jardinero. No puedo
aquí extenderme más, pero ya con este pequeño retazo se puede calibrar la
profundidad de su pensamiento y la rotundidad de sus palabras. Era un sabio. Aconsejo
a todos mis lectores que lean ese III capítulo de "Las horas joviales': No hay evangelio que lo diga mejor ni escritor
del Siglo de Oro que lo describa con tanta lucidez, inspiración y
clarividencia.
En otro capítulo del
mismo libro y hablando del "Encanto
de la intimidad'; nos describe, sin alharacas, lo que es el sentimiento de
pertenencia a un lugar determinado porque tiene la suerte de pertenecer a un
pequeño pueblo y de haber nacido en un país de límites al alcance de la mano, y
dentro de eso, unos hombres que casi nos vemos y nos hablamos todos los días, y
quizá esté ahí, en esa misma limitación y en esa misma intimidad, en esa
pequeñez y en ese conocimiento, toda nuestra fuerza sentimental; esa fuerza
gracias a la cual se adhiere todo nuestro ser a toda nuestra tierra, con una
inquebrantable terquedad y con una soberana decisión de seguir siendo lo que
somos. Quizá esté ahí el auténtico patriotismo, el amor auténtico a la patria,
en contraste con el patriotismo oficial, con el patriotismo estatal, que pretende
lo imposible. Descripción rotunda y concisa de su nacionalismo que no
concibe en territorios amplios por no tener nada en común ni la menor
similitud temperamental.
Su producción literaria
es amplísima y la mayoría permanece aún inédita. Entre 1956 y 1960, dirige
"Tierra Vasca" de Buenos
Aires. A su muerte es sustituido por Pedro Mari Irujo. La Sociedad de Estudios
Vascos de Venezuela le concede un premio por su trabajo "El cura y el curita" aparecido en
el nº 62 de Euzko Deya (México) en el
que describe y analiza con perfección, la importancia decisiva que en los
destinos del pueblo vasco, tuvieron los curas de aldea.
Dicen que murió en
Buenos Aires por la diabetes galopante que en aquellos tiempos degradaba el
cuerpo severamente, a falta de farmacopea, pero en realidad su fallecimiento
el 14/7/1960 se debió a que fue vencido por la melancolía que no sé de
dónde nace, pero que ha invadido mi alma en este día otoñal mientras se
encuentran los vientos afilados y crueles, agitando las ramas de los árboles y
acamando los herbales. Su cuerpo reposa en el cementerio de Chacarita
en Buenos Aires.
Dicen que el amor es
cosa seria, pero no es buena; el amor duele en el alma, entristece, enflaquece
y amarillea a la persona,
esto nos dice Tellagorri aunque no sé si se refiere al amor de compañera
cercana y garrida o al sentimiento de cercanía que tiene a su pequeño ámbito
territorial de su niñez y juventud, envuelto en una suave tristeza de atardecer
de otoño, en una dulce melancolía que no es otra cosa que nostalgia, recuerdo
de aquel paisaje donde él nació y vivió siempre. De vez en cuando está un poco
triste porque le falta su panorama nativo, su mar duro, sus montes, sus
temporales, sus playas, las calles estrechas y retorcidas del Puerto Viejo de su
pueblo, y cuando sentado en el banco de un parque o en la silla de un café, se
advierte en su cara un dibujo melancólico y en sus ojos la inexpresión de una
mirada vaga, perdida, es que está pensando en su paisaje y lo está viendo, por
encima del mar infinito. Por eso, en algunas páginas que ha escrito, se nota
una suave tristeza de atardecer de otoño. Esta narración da testimonio
de que, aunque muy lejos corporalmente, estaba muy cercano a sus vivencias
algorteñas y no podía separar el pensamiento de su pueblo natal. En muchas
ocasiones, sus paisanos de Algorta le preguntaban por qué escribía si no sacaba
nada de ello. Su contestación, que denotaba su orgullo también muy algorteño,
era siempre la misma: "Escribo mitad por gusto y mitad por eso,
por pequeña vanidad y petulancia”. Para ello lo principal es tener las
cosas claras y lograr trasladarlas a un papel de forma entendible por razonada
y que te deje con la íntima satisfacción que produce una labor lograda, igual
que el pintor al lienzo o el cineasta a una película que indefectiblemente
tiene que durar hora y media y no más. Ya lo dice en otro capítulo de "Las horas joviales'; que lo que le
gustaría es que en el viejo casino de su pueblo hubiese un libro suyo y que un
no menos viejo en edad lo leyera alguna vez gastando el tiempo y encontrase
en él algo que le interesase.
Tellagorri, hombre tasquero, familiarizado
con los humos y los tufos de tabernarios y sidreros, tertuliano impenitente,
debería ser, hoy, una de nuestras plumas más apreciadas y leídas. Desde estas
líneas sólo puedo animar a mis conciudadanos que le descubran y le lean. Les
aseguro que pasarán un rato placentero y de lo más agradable visionando como lo
hacía él desde la distancia cuando subrayaba que la mayor tristeza del destierro
es la de no poder regalar a mis ojos la contemplación de los paisajes entre
los que he nacido y vivido siempre. Más que volver a ver a mis amigos me urge
volver a ver mis paisajes; las formas y los colores de aquellos paisajes que me
han envuelto durante medio siglo.
De la misma manera que
los que tenemos la suerte de vivir y convivir en este bello pueblo, pasamos
cotidianamente por sus parajes sin detenernos, sin experimentar las sensaciones
de un paisaje marino en un día diáfano o los de un edificio de peculiaridades
especiales, nos hemos olvidado de alguien que dedicó toda su vida, y en un
exilio obligado y más tarde voluntario, alejado de sus lares, a glosar todas
las maravillas con las que convivimos a diario y que por ello sólo llaman la
atención al paseante novel o al turista interesado en descubrirlas.
Referencias:
JOSÉ OLlVARES LARRONDO.
Las horas joviales. Biblioteca de
Autores Vascos. Ediciones vascas, 1979.
JOSÉ OLlVARES LARRONDO;
Antón Sukalde. Ediciones Vascas.
Argitaletxea, 1978.
ELíAS AMÉZAGA. Tellagorri 1892-1960. Estudio y
selección de textos. Aula de Cultura de Getxo, 1992:
FRANCISO JAVIER
LANDÁBURU. Un libro polémico de
Tellagorri comenta la causa del pueblo vasco. Euzko Deya, París, n.º 420, 1958.
JOSÉ OLlVARES LARRONDO.
París abandonada. Buenos Aires, 1942:
GONZÁLEZ REINA. Hijos ilustres para el callejero getxotarra.
Galea, 1988, 9.
Y aquí
doy fin a la transcripción del texto que Javier Campo Esteban nos
ofrece sobre TELLAGORRI en su obra “Getxo:
sus calles con nombre propio”, editada en 2017.
Obra, la de Javier Campo, al alcance de todos en librerías y bibliotecas
bizkaínas. Y obras, las de Tellagorri, que todo algorteño puede tomar en
préstamo en las bibliotecas de nuestro pequeño pueblo.
Antonio Castejón. puxaeuskadi@gmail.com www.euskalnet.net/laviana/
|