URIBE_: Los de Ondarroa (Bizkaia), oriundos de
Mutriku (Gipuzkoa), ascendientes del poeta y
novelista escritor Kirmen Uribe.
Con notas biográficas copiadas de la obra de Kirmen Uribe
de título BILBAO – NEW YORK – BILBAO (con permiso del autor)
Ver también URIBE_EN_GETXO y URIBE y URIBE_ECHEVARRIA
Ama Santa Ines, bart egin dot amets.
Ona bada, bixon partez.
Txarra bada, doala bere bidez.
(Madre Santa Inés, anoche soñé.
Si es un buen sueño,
que sea para los dos.
Si es malo,
que se vaya por su camino.)
I.-
Martín de Uribe Romarate, nacido hacia el año 1600, casó con Isabel de Yturbe Yrabaneta,
en Elgoibar, el día 22-7-1631. Cuatro hijos tuvieron de 1632 a 1644, de los que
fue primogénito:
II.-
Francisco de Uribe Yturbe, bautizado el 18-IX-1634 en la parroquia
San Bartolomé de Elgoibar, que casó con María de Lausagarreta Aguirre.
Padres de:
1.- Martín de Uribe
Lausagarreta (Azpilgoeta, n. 1660).
2.- Ysabel de Uribe Lausagarreta
(Mutriku, n. 1670).
3.- Ana de Uribe Lausagarreta
(Mutriku, n. 1674).
4.- Santiago, que sigue.
III.-
Santiago de Uribe Lausagarreta contrajo matrimonio en Mutriku en el
año 1702 con Ana María de Muguerza Riaño, en la que tuvo siete hijos,
nacidos en Mutriku de 1702 a 1720. Uno de estos fue:
IV.-
Juan RAMOS de Uribe Muguerza, bautizado el 10-4-1713 en Mutriku, esposo
de María Margarita de Zendoia Larrañaga. Siete hijos nacieron de este
enlace, en Mutriku, años 1736 a 1749. De ellos, nos interesamos ahora por:
V.-
Juan Baptista de Uribe Zendoia, bautizado el día 6-IV-1740 en
Mutriku, el cual pasó a vivir en Bizkaia y
casó en Ondarroa, año 1765, con María Concepción de Urquiaga
Echevarria (Ondarroa, n. 1744; hija de José Urquiaga Lecube y de María Teresa
Echevarria Urrunaga). Fueron padres de
siete hijos, nacidos en Ondarroa en los años 1766 a 1790. De estos, trataremos
ahora de:
VI.-
José Mariano de Uribe Urquiaga, bautizado el 15-VIII-1778 en
Ondarroa, esposo de Úrsola de Laca Goitia, en la que tuvo siete hijos,
nacidos en los años de 1807 a 1823 en Ondarroa. Uno de estos fue:
VII.-
José Antonio de Uribe Laca, bautizado el 25-VI-1816 en Ondarroa,
donde casó en 1841 con María Josefa de Laca Arambarri. Hijos:
1.- Mª Eugenia de Uribe
Laca (Ondarroa, n. 1841).
2.- José Mariano de Uribe
Laca (Ondarroa, n. 1843).
3.- Liboria María Teresa de Uribe Laca (Ondarroa,
n. 1845).
4.- Lorenzo Ignacio, que sigue en VIII.
5.- Pedro de Uribe Laca (Ondarroa,
n. 1850).
6.- Pedro José de Uribe
Laca (Ondarroa, n. 1853).
7.- Gaspar Eugenio de Uribe
Laca (Ondarroa, n. 1858).
VIII.-
Lorenzo Ignacio de Uribe Laca, bautizado el 5-IX-1848 en Ondarroa,
donde casó en 1871 con Juliana María de Arostegui Zularica (Ondarroa, n.
1850; hija de José Domingo Arostegui Lecue y de Josefa Zularica Ybaseta). Hijos
suyos fueron:
1.- Liborio Florentino de Uribe Arostegui (Ondarroa,
b. 19-VII-1876).
2.- José Ignacio, que sigue en IX.
IX.-
José Ignacio de Uribe Arostegi, bautizado el 19-VII-1876 en
Ondarroa, esposo de Josefa Antonia de Osa Aldecoa (Ondarroa, n. 1871;
hija de Bruno Ramón Osa Erquiaga y de Jacinta Lorenza Aldecoa Aristi).
A partir de este momento incluiré notas biográficas tomadas de
la novela de Kirmen Uribe (biznieto de José Ignacio
Uribe y Josefa Antonia Osa), titulada “Bilbao – New York
– Bilbao”, editada en 2010 por Seix Barral. Novela magnífica que a todos
recomiendo. Previamente he pedido permiso a su autor para copiar aquí algunos
de sus párrafos.
José Ignacio Uribe y Josefa
Antonia Osa fueron padres de:
X.-
Abuelo paterno de Kirmen: Liborio de Uribe Osa, de 27 años de edad en 1936,
marinero.
A Liborio le anuncian
su muerte: El día que le dijeron que le quedaban
pocos meses de vida, mi
abuelo no quiso volver a casa. Fue mi madre, su joven nuera, quien lo acompañó
a la consulta aquel día. El abuelo escuchó con serenidad lo que contaba el médico.
Lo escuchó todo sin decir palabra. A continuación, le dio la mano y se despidió
educadamente.
Al salir de la consulta, mi madre no sabía qué decir.
Después de un largo silencio, le preguntó al abuelo si se
dirigían a la estación.
Él respondió que no.
«No vamos a volver todavía. Pasaremos el día en Bilbao. Quiero
enseñarte una cosa», le dijo, e intentó sonreír.
El abuelo
llevó a mi madre al Museo de Bellas Artes de Bilbao. Mi madre nunca olvidaría aquel día; cómo la misma tarde que le
anunciaron que se iba a morir, el abuelo la llevó a un museo. Cómo
trató, en vano, de que la belleza se mantuviera por encima de la muerte. Cómo se esforzó para que mi madre guardara otro recuerdo de
aquel día tan desgraciado. Mi madre siempre recordaría aquel gesto del abuelo.
Era la primera vez que entraba en un museo.
Mi abuelo
tenía otros negocios (además
del de las casetas de la playa).
También tenía una pequeña embarcación
para salir a pescar. Se
llamaba Dos amigos. Siempre me ha llamado
la atención ese nombre: «Dos amigos.» ¿Por qué le pondría el abuelo ese nombre?
¿De dónde lo habría sacado? Y, si el abuelo era uno de esos amigos, ¿quién
sería el otro?
Cuando comencé con la idea de la novela, el
personaje del abuelo Liborio se me antojaba, al mismo tiempo, incómodo y atractivo.
Mi propio abuelo había optado, en un momento dado, por el alzamiento
franquista, aquel que tanta barbarie trajo consigo. Podría haber hablado de mi otro
abuelo, Hipólito Urbieta…
Pero el
personaje de Liborio me atraía mucho más a la hora de escribir la novela. Un personaje contradictorio que me creaba multitud de
interrogantes. ¿Por qué optó por el alzamiento un hombre de Ondarroa que casi
no hablaba castellano? ¿Por qué se posicionó a favor de Franco cuando su propio
hermano, Domingo, optó por defender la República? ¿Qué fue realmente lo que
hizo que tomara esa decisión?
Nunca lo sabré.
De todas maneras, sentía la necesidad de contar la historia del
abuelo Liborio, de no seguir obviando una realidad tantas veces silenciada. La guerra civil fue también una guerra entre vascos. No fue una mera invasión de las tropas franquistas. Debía
verbalizarlo, exteriorizar que uno de mis abuelos optó por el bando incorrecto.
Aunque me pesara mucho.
Cuando el
abuelo Liborio estaba en la cárcel,
mi abuela Ana tenía un niño de un año, mi padre, y estaba embarazada de mi tío.
Estaba sola en casa y a duras penas podía ir a visitar a su marido a la cárcel.
De eso se ocupaba la tía Maritxu. Ella le llevaba, sin falta, la comida y la
ropa.
La tía
Maritxu trató de disculpar a Liborio.
Me aseguró que a mi abuelo lo metieron en la cárcel por envidia, por los celos
que había en el pueblo. Tenía más peso la maldad que la política. Apareció en
una lista de adeptos al alzamiento y lo denunciaron. Santi
Meabe dio la orden de encarcelamiento. Además, decía la tía, una vez que se
hubo escapado de la cárcel no quiso saber más. José Luis Meler, el hombre al
que Liborio salvó cuando huían de la cárcel de Larrinaga, prometió a Liborio
que lo ayudaría a conseguir una buena posición social, y que le conseguiría
dinero si quería, Pero Liborio no le pidió jamás ni un céntimo.
El abuelo Liborio de Uribe Osa se casó con Ana Odriozola Badiola,
de 25 años en 1936, nacida también en Ondarroa.
Maritxu no me contó gran cosa de la abuela Ana. Dijo que era muy trabajadora y que
eso
la mató, que su cuerpo enfermó
de puro cansancio. «Tenía que haberse quedado en Bilbao sin volver al pueblo.»
Pero se enamoró de un marinero de nombre Liborio y volvió a Ondarroa para
casarse, dejando a su madre y a sus hermanos en Bilbao.
«Tu pobre abuela sufrió mucho. Durante la guerra tuvo que estar
un año ella sola, sin su marido. Acogió en su casa a un
oficial partidario de Franco, Javier, pero también a una mujer cuya madre estaba presa en la cárcel de mujeres
de Saturrarán.» «Sí, ya sé que suena raro que en tiempos de guerra tuviera a
gente de los dos bandos en casa. Pero una
cosa son las ideas y otra el corazón.»
No olvidemos que estoy
copiando texto de la obra de Kirmen Uribe BILBAO
– NEW YORK – BILBAO.
Hermana
de Ana Odriozola es:
Maritxu Odriozola
Badiola.
«Es
imposible vivir aquí», debió de pensar mi bisabuela, María Gabina Badiola,
sobre su pueblo, Ondarroa. Al menos, así me lo contó una vez Maritxu, la tía de mi padre en Bilbao.
Maritxu es la hermana más joven de mi abuela Ana.
Cuando,
en la primavera de 2005, volví a retomar por enésima vez el proyecto de la
novela, fue a ella a quien hice la primera entrevista.
Maritxu
es, de la generación de Liborio y Ana, el único miembro de la familia que aún
vive (en 2008). Los abuelos ya murieron, lo
mismo los paternos que los maternos.
Fui
a visitarla y pude escuchar historias que no había oído antes, historias que mi padre nunca nos había contado. No
recuerdo muy bien los nombres ni las fechas, pero me di cuenta de que la
historia de la familia de mi padre es de idas y vueltas, de huidas y
retornos. Y detrás siempre esa vinculación con
el mar, la mayoría de las veces trágica y también,
necesariamente, cómica.
Maritxu
vive en Bilbao, en el barrio de Begoña. Su madre,
cuando enviudó, cogió a sus hijos y se marchó a la ciudad con ellos. No quería más
marineros. El mar le devolvió muerto a
su marido, y a su padre y a su hermano también se los tragaron las aguas. Desde
la atalaya del pueblo pudo ver cómo se hundía en la mismísima bahía el velero
San Marcos, y cómo se ahogaba su padre, Canuto Badiola, y su hermano,
Ignacio. El cuerpo de Canuto no lo
encontraron nunca.
Estaban
tan cerca y no podían hacer nada. Arteta pintaría una escena parecida algunos
años más tarde, en el cuadro titulado La galerna.
Se fueron a Bilbao y le dieron la espalda
al mar. La madre y todos los hijos
empezaron a trabajar en la fundición Echevarría, «haciendo clavos y herraduras,
miles de clavos y de herraduras».
¿Pero cómo me pudo contar Maritxu que el
naufragio de 1912 había sido en Ondarroa? ¿Por
qué ese cambio de lugar?
Cuando
ocurrió el naufragio Maritxu todavía no había nacido. A ella también le contaron lo sucedido, lo
más seguro en casa. Y ella me lo transmitió a mí también del mismo modo, como
si lo hubiera vivido in situ.
Pero cuando fui al
juzgado de paz en busca de las actas de defunción de Canuto e Ignacio Badiola,
me llevé una tremenda sorpresa. Marta, la secretaria, me había preparado los
documentos. Y un dato me dejó perplejo. El abuelo Canuto y los otros no habían muerto en la bahía de
Ondarroa, sino en la parte de Santander.
Luego
consulté en las crónicas de la época y verifiqué que los papeles no estaban
confundidos: el
naufragio ocurrió en la zona de Santander. Se registraban
algunos detalles también, como que el viento había rolado de forma brusca a
noroeste.
En
total murieron veintiocho
personas aquel 12 de julio de 1908. Siete en el barco San Marcos, ocho en
el San Jerónimo, dos en el Santa Margarita, tres en el Jesús, María y José, tres en el Nuestra Señora de la Antigua,
cuatro en el Concepción y uno solo en el San Ignacio.
El
vapor Joaquín de Bustamante, que exploró la zona de la catástrofe, logró
rescatar de las profundidades los restos del velero San Jerónimo. En el
interior del barco encontraron un reloj parado a las once y media.
¿Pero cómo me pudo contar Maritxu que el
naufragio había sido en Ondarroa? ¿Por
qué ese cambio de lugar?
La
tragedia fue tan terrible, que al recordarla incluso cambiaron el lugar de la
muerte. Lo aproximaron, de Santander a Ondarroa. La memoria acercó la
desgracia.
La
manera en la que trabaja la memoria no sólo atañe a las familias, también a los
pueblos.
Padres
de Ana Odriozola:
José Francisco Odriozola Epelde
“Tubal” (Ondarroa, b.
15-IV-1879) y María Gabina Badiola Yrueta (Ondarroa, b. 19-II-1883).
A José Francisco Odriozola le llamaban Tubal
en el pueblo. Y él sería el padre de la
abuela Ana y de Maritxu. Le apodaban Tubal porque tenía un barco con el mismo
nombre. Maritxu decía que el bisabuelo le puso al barco Tubal porque le gustaba
mucho un libro con ese título. Y que lo leía cada noche.
Tubal Odriozola era un hombre emprendedor. Hizo tratos con un hombre de negocios llamado Otxagabia
para construir
un barco. Era un trato dc los de antes,
de palabra, sin papeles. Otxagabia pondría el dinero y Tubal el trabajo. El
barco sería de los dos pero mientras uno se quedaba en tierra el otro
trabajaría en el mar, de patrón de barco. De esta manera pagaría la deuda.
Tubal prosperó y dio también sus
pasos en política. Lo nombraron presidente de la cofradía de San Pedro. Hizo
amistades en Bilbao. Fue entonces cuando conoció al dueño de la fundición
Echevarría.
Aquéllos
fueron los años más felices para Maritxu. En casa no faltaba de nada. Los últimos
años de Tubal, en cambio, fueron duros. Otxagabia no cumplió su palabra y Tubal se quedó sin
barco. Acudió cientos de veces al juzgado de Burgos a que le dieran la razón.
En vano. Sus últimos años tuvo que trabajar de marinero. Aquejado de una
infección en la boca, lo trajeron muerto del mar.
Maritxu
recuerda la última vez que vio a su padre. Él se fijó en su hija desde lejos y le hizo un gesto con las manos: puso una encima de la otra y se la acarició. Maritxu me hizo a
mí el mismo gesto, y con la palma de una mano acarició con suavidad el dorso de
la otra. «Esto quiere decir maite-maite», me explicó mi tía con sus palabras de
hace ochenta años. Yo no conocía aquel gesto, debía de haberse perdido hacía
tiempo.
Abuelos
paternos de Ana Odriozola (padres de José
Francisco Odriozola):
Ysidro María de Odriozola Orbea (Azpeitia, n.
1845; carpintero, pasó a trabajar en los Astilleros de Ondarroa) y Josefa Ramona de Epelde Armendia (Ondarroa, b. 16-III-1845). Ysidro y Josefa
Ramona casaron en 1872 en Mutriku.
Y vuelve a tomar la palabra Kirmen Uribe (siempre es él el autor
de estas notas biográficas:
Josefa Ramona Epelde se casó con Isidro
Odriozola, el carpintero. Debió de ser
un hombre muy elegante el carpintero, de esos que van vestidos de punta en
blanco. Él era un guipuzcoano de Azpeitia que había ido a trabajar a los
astilleros de Ondarroa. Sin embargo, la mujer la buscó en Mutriku. No quería casarse
con una vizcaína y por eso cruzó el límite entre las dos provincias, para
casarse en Mutriku, el primer pueblo de Guipúzcoa.
Cuando se les casó el hijo, de nombre José Francisco, Isidro les regaló a los novios todos
los muebles de la casa. Los había hecho con sus propias manos, utilizando restos de barcos.
Bisabuelos
p. m. de Ana Odriozola (padres de la abuela Josefa Ramona Epelde):
Jose
Agustin Epelde Mendecute y Manuela Josefa Armendia Urcaray.
Tíos
abuelos pat. de Ana Odriozola (hermanos de su abuela Josefa Ramona de Epelde):
José Manuel de Epelde Armendia (Mutriku, n. 1833). Casó en
Mutriku, año 1861, con Francisca Pascuala de Araquistain Lecube.
José Francisco de Epelde Armendia (Mutriku, n. 1836). Casó en 1868,
en Mendaro, con Francisca Antonia Ulacia Yriondo, y en segundas, Mutriku año
1899, con Juana Francisca Azcoitia Arizmendi.
Mª Juana de Epelde Armendia (Mutriku, n. 1850). Muere en 1900 en Mutriku.
Había casado en 1872 con Juan Bautista Ansorregui Egurrola.
José Manuel y José Francisco Epelde Armendia pasaron
a Argentina. Uno regresó a Mutriku, y el otro se estableció allí. De estos dos hermanos nos cuenta esta curiosa anécdota
Kirmen Uribe:
Maritxu
me contó… … Dos hermanos de Mutriku emigraron a Argentina. Uno de los dos hermanos quedó ciego a consecuencia de
un accidente y quiso volver a su tierra. El
hermano le acompañó en el viaje de vuelta. Embarcaron en Buenos Aires,
cruzaron el Atlántico y finalmente tomaron un tren para volver a casa. Así llegaron hasta Deba, a la estación
que se encuentra a tan sólo cuatro kilómetros de su pueblo natal, Mutriku. Entonces el hermano sano se despidió allí
mismo de su hermano ciego y emprendió el camino de regreso a Argentina.
Después de un largo viaje de miles de kilómetros, se subió seguido al tren para
cruzar de nuevo el océano. Estaba a cuatro kilómetros de su pueblo y no quiso
ver a los suyos. Dejó a su hermano allí, ciego y solo. Al final, unas monjas se
hicieron cargo de él y lo condujeron a su casa.
Abuelos
maternos de Ana Odriozola (padres de María Gabina Badiola):
Canuto Badiola Arano y Jacoba Yrueta Osa. Canuto murió en la mar,
en el naufragio del velero San Marcos.
Bisabuelos
p. p. de Ana Odriozola (padres del abuelo
Ysidro María Odriozola):
Jose Ygnacio Odriozola Alberdi y Mauricia Orbea Azpiazu
Hijos de Liborio y Ana (Liborio de Uribe Osa y Ana Odriozola Badiola):
José Fernando Jaime, del que luego hablaremos, y la tía Margarita:
Nuestra tía Margarita nació durante la
guerra, en 1937. La segunda de cinco
hermanas. El nombre también tiene su miga. La abuela llamó a la primera hija Ane Miren, un nombre en euskera, en tiempos de la República. El
nombre de la segunda, en cambio, lo dejó en manos de su suegra. Hacía tiempo
que estaban enfadadas por razones políticas. La suegra era tradicionalista y nuestra
abuela nacionalista. Para apaciguar los
ánimos y reconducir las relaciones entre ambas, la abuela le concedió a su
suegra que eligiera ella el nombre de la niña. La suegra, sin embargo, en vez de perdonada se vengó. Le puso
Margarita, el nombre de la
asociación de mujeres tradicionalistas, para fastidiar a la abuela. Y así fue cómo la tía se quedó con Margarita para
siempre.
Su generación es, quizás, la que más
cambios ha vivido. Crecieron en la
estrecha y mojigata sociedad de la posguerra y tuvieron que asimilar acto
seguido las ideas de la revolución del 68. Mi propia madre me suele decir más
de una vez que en pocos meses pasaron de rezar en los grupos cristianos a
hacerse marxistas. No fue un cambio convencional. De la noche a la mañana, todo lo anterior
no valía para nada.
Pero
en su
interior coexistían los dos mundos vivamente.
Por eso mismo mi tía, a pesar de
ser la representante
sindical de la fábrica de conservas, se encargaba de poner el nacimiento en Navidad; ella también nos llevaba a pie a la ermita de La
Antigua y nos contaba que una de las imágenes de la ermita, la del Nazareno,
era milagrosa. La imagen del Nazareno se hallaba en una vitrina de vidrio bajo
el coro de la iglesia de La Antigua. La tía nos aseguraba que si besabas la
vitrina con la mano te volvías más listo.
Y así, cuando tenía un examen, me llevaba allí a que besara el cristal con la
mano, aunque a mí ni tan siquiera me habían bautizado. Y de igual manera
yo mismo, tanto en el instituto como en
la universidad, cuando me agobiaba con los exámenes, he continuado con aquella costumbre
No
sé si la tía creía de veras en aquellos poderes extraordinarios del Nazareno,
como tampoco sé si atestiguaba en serio lo del anillo de mi padre en la tripa
de la merluza. No sé si en realidad creía en casualidades tan asombrosas. Lo
más seguro es que no. Pero me da igual. Lo más importante son las historias, sean
verdad o mentira, o las dos cosas.
X.-
Padre de Kirmen: José Fernando Jaime de Uribe Odriozola, nacido
Ondarroa el día 12-I-1936.
Infancia: Entre
las pocas cosas que contaba mi padre, había un recuerdo de su infancia y de los
días de verano. Le había oído contar que de pequeño se pasaba todo el día en la
playa, en las casetas que el
abuelo tenía para los veraneantes. Ayudaba a sus padres en
todo tipo de tareas; llevaba agua en palanganas a los bañistas, les ayudaba a
limpiarse, a quitarse la arena de los pies, y tendía sus bañadores para que se
secaran. Me lo imagino haciendo su trabajo muy callado, llevando el agua y
recogiendo las ropas, y mientras tanto escuchando muy atento las cosas que decían
los veraneantes.
«Me
acuerdo perfectamente de tu padre, era muy guapo y muy trabajador», me dijo Carmen Bastida cuando la visité
en su casa de Bilbao. «Aquéllos fueron los mejores años de mi vida. Para mí la vida
era muy fácil, entonces yo no tenía ninguna preocupación.»
Siempre le agradeceré a mi padre su
franqueza. Por una parte me mostró que mi columna era demasiado literaria
para un periódico. Y, por otra, no dictó sentencia, no proclamó «la columna es buena» o «es mala». Se
valió de una historia para desarrollar su argumento, sin calificaciones. Y eso
precisamente fue lo que más me gustó, que un breve relato le bastara para que
yo comprendiera con claridad su enseñanza. De hecho las historias recogen los
matices de la realidad. Y los matices son lo más importante en la vida.
Nosotros…cuando
éramos pequeños, solíamos ir de excursión a Igeldo. Una vez nos montamos en una
pequeña barca y nuestro padre nos enseñó a remar. En una de éstas, un hombre que
andaba por allí se
acercó y le preguntó a mi padre: «¿Tú no serás por
casualidad José Uribe?» Mi padre se quedó atónito porque no había visto a aquel
hombre en su vida. «Te
he conocido por la voz», le aclaró, «yo también soy patrón de pesca y he reconocido tu voz de la
radio del barco». En las embarcaciones los patrones se espiaban unos a otros a
través de las emisoras para averiguar la ubicación de los caladeros.
Un cura llamado
don Emilio le
recomendó a mi madre, incluso después de prometida, que se fuera a servir a Vitoria y se casara con uno del interior,
con algún militar o así. Que si
se casaba con un pescador del
pueblo sólo conocería penurias. «En toda tu vida no vas a
comer más que chicharrillos.»
Cuando
mi padre se
enteró, prometió a mi madre que no
pasaría ninguna estrechez porque él obtendría el título de patrón de
altura.
«Si
no vas a tener tiempo de estudiar, saliendo en bajura.»
«Estudiaré
en invierno, cuando los barcos se quedan en el puerto.»
En
la cuadrilla de mi padre muy pocos amigos tenían estudios. Uno de ellos ayudó
al resto en la preparación de los exámenes durante los meses de invierno y de
esa manera consiguió que los aprobaran. Se reunían en la sidrería Antzomendi,
camino de Lekeitio, y allí estudiaban todos los amigos juntos. Al cabo de un tiempo, mi padre llamó a
mi madre por teléfono y le pidió que bajara a la plaza.
«Toma, aquí tienes lo que te prometí.
Comerás chicharrillos, pero sólo cuando tú quieras.» Era
el título de patrón de altura.
Cualquier
cosa puede activar el recuerdo. Los olores, por ejemplo.
El olor de un detergente. Cuando visitábamos a nuestro padre en la planta de
cuidados intensivos siempre se respiraba el mismo olor, la fragancia de un
detergente. Después de pasados unos cuantos años, percibí el mismo olor en los
servicios de un restaurante de Bilbao. Entonces, el olor me trajo una frase a la
memoria de manera instantánea: «No
merece la pena volver a operar.» La había dicho el cirujano. Cuando nos
dijo esa dura frase, yo estaba sintiendo el olor de ese detergente.
El
21 de setiembre debían hacerle la prueba a
nuestro padre. Llevaba diecinueve días en la unidad de cuidados intensivos.
Como lo visitábamos a diario, parecía como si se nos olvidara la gravedad de su
estado. Pero veíamos que a los pacientes operados de corazón, tras estar
gravísimos, los bajaban a planta al cabo de unos días. Nuestro padre, en
cambio, ahí seguía. Y eso preocupaba al médico.
Mal que no mejora, empeora.
Nuestra madre y la tía Margarita se despidieron de él… Cuando lo
pusieron en la camilla cantaron los tres la canción infantil Ama Santa Inés,
que se cantaba a los niños para que no tuvieran pesadillas:
Ama Santa Ines, bart egin dot amets.
Ona bada, bixon partez.
Txarra bada, doala bere bidez.
(Madre Santa Inés, anoche soñé.
Si es un buen sueño,
que sea para los dos.
Si es malo,
que se vaya por su camino.)
Mi padre no volvió a despertar. Se murió un día de viento sur,
el 28 de octubre de 1999.
José
Fernando Jaime de Uribe Odriozola, padre de
Kirmen, se había
casado el 1960, en Ondarroa, con María Antigua de Urbieta
Etxaburu, nacida el 20-VIII-1938 en Alza-Buenavista-Donostia,
Padres
de María Urbieta Etxaburu:
Hipólito Urbieta y Amparo
Etxaburu.
… Mi abuelo, Hipólito Urbieta, un hombre cabal y sensato que, al igual que otros
muchos hombres del pueblo, tuvo que huir en un barco la madrugada anterior
a la entrada de las tropas nacionales dejando sola a su mujer y a sus hijas. Su
mujer, la abuela Amparo, la que se defendía de los soldados italianos con un
hacha.
Abuelos
maternos de María Urbieta Etxaburu:
Susana Etxaburu Arrieta (Mutriku,
b. 13-IV-1882).
La abuela Susana vestía unas faldas
largas, y también bebía vinagre para empalidecer su rostro y mortificar su
belleza. En
navidades montaba un gran nacimiento en
su casa que ocupaba todo el salón. Ella hacía, a mano, las imágenes de cera del
Belén; modelaba los pastores y las ovejas, también los santos. Los montes los
hacía con musgo e incluso reproducía un río, con agua de verdad.
La
gente del pueblo acostumbraba a visitar la casa de la abuela. Padres e hijos
admiraban el nacimiento y a la salida depositaban unas monedas en un cesto con la figura de un monaguillo.
Así se ganaba un sueldo la abuela Susana. Con el belén y vistiendo a los santos de la Iglesia. Se
ocupaba especialmente de la Virgen de los Dolores. Lavaba las ropas de la
imagen de la Virgen. En cierta ocasión, tras el naufragio de julio de 1908, los
pescadores del pueblo, temerosos, donaron cierta cantidad de dinero a la
Iglesia para que evitara una desgracia parecida. Con ese dinero le
confeccionaron una capa nueva a la Virgen de los Dolores. Y Susana se
quedó para ella la capa vieja y la guardó en una caja. Nuestra abuela Amparo, su hija,
le preguntó para qué quería ella esa capa. «Cuando me muera, quiero que me vistáis con
la capa de la Virgen.» La hija no podía creerlo. Le sacaba de quicio que, cuando
soplaba viento sur, Susana sacara la capa de la caja y la colgara en el balcón.
«Hay que ventilar la capa, para el gran día», solía ser la respuesta de la
devota Susana.
Bisabuelos
m. p. de María Urbieta Etxaburu:
(padres de Susana Etxaburu Arrieta):
Ambrosio Ysidro de Etxaburu Arrizabalaga y Manuela Antonia de Arrieta
Ytuarte.
José Fernando y María Antigua
son padres de:
XI.-
Kirmen Uribe Urbieta, escritor, nacido en Ondarroa el 5 de octubre
de 1970.
Todas las notas biográficas han sido copiadas de la novela de
Kirmen Uribe (biznieto de José Ignacio
Uribe y Josefa Antonia Osa), titulada “Bilbao – New York
– Bilbao”, editada en 2010 por Seix Barral. Novela magnífica que a todos
recomiendo. Previamente he pedido permiso a su autor para copiar aquí algunos
de sus párrafos.
Antonio Castejón. maruri2004@euskalnet.net puxaeuskadi@gmail.com www.euskalnet.net/laviana
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