Autor: Agostinho Castejón, S. I. Traducción del portugués: Antonio Castejón..
PARTE 5ª: EN BUSCA DE “SEMILLAS DE LA PALABRA”. Índice. I – El hombre no va a la Iglesia. II - Bautizados. III - Casar por lo Civil, casar en el Padre. IV - Dios da, Dios quita. V - Pipas y Calendario Litúrgico. VI - Los hermanos. VII - Ecumenismo encañado. I – EL HOMBRE NO VA A LA IGLESIA.
No es de hoy y no es problema exclusivo de la favela. Pero es una realidad que aquí me llamó la atención desde el principio: es rarísimo que un hombre entre en la iglesia en circunstancias normales. Lo hace en los bautizos, en la misa de Navidad, en Semana Santa... Ciertamente, no es falta de fe o de religiosidad. Son católicos muchos de ellos, y sinceramente católicos. Pero este asunto de ir a Misa todos los domingos no entra en las costumbres de vida de los hombres (y tampoco en la de muchas mujeres también católicas) ni como obligación ni como necesidad de expresión religiosa. Ése es el hecho, que se repite en otros grupos sociales, pero que en esta circunstancia específica de la antigua favela carioca parece más fuerte. Vengo dando vueltas en la cabeza a esta realidad hace mucho tiempo, intentando descifrar las causas e intentando buscar otras formas de aproximación preliminar. Vamos primero a mis especulaciones con respecto a las causas. Después hablaré sobre mis intentos para romper el hielo al respecto. La mayor parte de los habitantes de la favela vino del interior del Brasil, donde el Padre aparecía por el lugar una vez por mes como mucho, y en el período de fiestas. Entonces hacía bautizos y casamientos en gran escala; se organizaban fiestas, sermones... Con esto, la expresión religiosa del día a día, incluidos los domingos, quedaba a nivel personal o familiar. La expresión religiosa formal, oficial, publica, quedaba limitada a los días en que venía el Padre y en torno a las grandes fiestas de los Santos Patrones del lugar, en torno a la Semana Santa, en torno a los Sacramentos del bautismo y comunión celebrados sin ninguna preparación, pero considerados como esenciales. En esa realidad de los pueblos del interior, que se prolonga en la favela, surgían formas de expresión religiosa más o menos autónomas: el culto a los Santos protectores domésticos, familiares o personales; las peregrinaciones periódicas a los santuarios, las procesiones, las Folias de Reyes, las “bandeiras del Santo”, etc. ***Todas estas expresiones de religiosidad del pueblo tenían una fuerte participación de las personas: caminar, peregrinar, cantar... Y esa participación era asumida como consecuencia de algo que surge de una exigencia interna: es algo que nace de dentro y es asumido con la vida. ***Nuestras celebraciones litúrgicas tienen una buena dosis de pasividad: En muchos casos, el Padre –que viene de fuera- es el participante celebrante, el lector comentador, administrador, organizador y “dueño” del culto. Hay una especie de monopolio de la liturgia y del culto, que, de vez en cuando y dependiendo de la liberalidad del Padre, permite algunas formas esporádicas de participación de algunos fieles más iniciados, o de algunos fieles “más fieles”. En general, se pide que el fiel venga, se quede quieto en su lugar, escuche lo que “yo” he decidido decir para él en aquel día y que “asista” a Misa. Como mucho, se pide que él “participe”; o que, traducido, normalmente significa que “sub-participe”, que repita la palabra “ya hecha” en cierto momento, que cante el canto “ya hecho” para que él lo entone en un momento determinado. ***Además de esto, el Misterio de la Eucaristía como participación en el sacrificio de Jesucristo tornado presente para nosotros hoy, como cena de comunión en la fe y en la vida de Jesucristo presente, como compartir de vida en torno a la Palabra de Dios; en fin, la Eucaristía como centro de fe y de vida cristiana, no llega a penetrar profundamente la costra de religiosidad popular. La sacramentalización y la catequesis apresuradas, en muchos casos no llegan al nivel de una opción profunda de fe. La “Misa” pasó a ser una forma de culto, a la cual los Padres dan mucha importancia, y que es reforzada extrínsecamente por el “precepto dominical”, o por la amenaza, también extrínseca, del “pecado mortal”. Ir a Misa es “cumplir el precepto dominical”. “Para cumplir”. ***La dimensión de “comunión, “común-unión”, de compartir la vida, quedó tan hierática, que acabó perdida en la dimensión oculta del misterio-sacramento. La señal sensible, que debe formar parte explícita de la señal-sacramento, quedó envuelta en un lenguaje oculto (que no es sólo el latín o el portugués sofisticado, sino que incluye todo un lenguaje de gestos, actitudes, vestimentas, etc.). ***Por otro lado, no sé si como causa o como consecuencia de lo ya expuesto, la acción en torno a estas Iglesias se realiza más para las mujeres y niños: Las mujeres cantan, limpian la Iglesia, preparan el altar, cuidan las flores y velas, son las catequistas; y los hombres, cuando aparecen , apenas “asisten” en pie, allá atrás, sin ninguna acción de participación. ***Y tenemos además el hecho de que el Padre, cuando viene aquí, en estos ambientes aparece como visitante del mundo de fuera, de la ciudad. Es visto como rico que se digna visitar la favela en una tarde de domingo "sacrificándose". Por mucha dedicación que él tenga, no deja de ser un "extraño en el nido", que habla en portugués correcto de problemas que él cree que son importantes para aquel “pueblo”... ***Hay un trabajo pausado y largo por hacer. Es necesario encontrar al hombre en su realidad social y cultural; en su realidad de persona que agota su vida en un trabajo cualquiera mal remunerado y sin ninguna seguridad; en su realidad brutal de hombre que lucha sin conseguir un nivel de sobrevivencia para su familia. Es necesario encontrar a ese hombre y anunciarle ahí el Evangelio, o mejor, permitir que él descubra el Evangelio no como algo impuesto o venido de fuera, sino como Buena Nueva que da mayor plenitud a su vida. Es fundamental que descubramos las señales de una presencia del Espíritu Santo; es preciso redescubrir las semillas de la Palabra existentes en lo íntimo de estas personas. Me parece que comienza a llegar acá la idea de que “la gente también alaba a Dios con las manos”; juntos en el trabajo, en la lucha por mejores condiciones de vida, en unión de los hermanos; la idea de que la Iglesia somos nosotros; la idea de que el Reino de Dios también se construye con las manos.
PARTE 5ª: EN BUSCA DE “SEMILLAS DE LA PALABRA”
II – BAUTIZADOS.
Ayer de noche celebré un bautizo allá en la cima, en la capilla del Pico del Morro. Hasta poco tiempo atrás la mayor parte de los bautizos se realizaban en Matriz, en el Santuario de Porto das Caixas o en alguna otra iglesia de la ciudad. Había una idea de valorización de la iglesia de fuera, más bonita, más imponente, o bien de la iglesia de un Santo más poderoso... Esto no acontecía por culpa de ellos, sino porque en la realidad la práctica pastoral y la mezcla de conceptos de religiosidad se fueron acumulando durante siglos y acabaron reduciendo el bautizo a un rito obligatorio medio mágico, medio ceremonia social. Basta anotar algunas expresiones frecuentes: “Criatura no bautizada no puede dormir en la obscuridad” (y, de hecho, mucha gente mantiene una vela o lámpara encendida toda la noche en el cuarto del niño no bautizado); “Anda enfermina, cuitada, quiero bautizarla para ver si mejora”; “Vive llorando... y la culpa es de la madre que aún no la bautizó”... Y así. En este sentido, la muerte de una criatura no bautizada representa un cargo de conciencia pesado para los padres: “Murió pagano, ¡pobrecito!”. Esto a pesar de que los bebés que mueren en esas condiciones son calificados como “angelinos”. El concepto que tienen de relación de “compadres y comadres”, de “padrino y ahijado”, también ocupa un primer plano en la búsqueda del bautizo. Pasan a ser nuevas formas de relación familiar, nuevas formas de reforzar la protección para los hijos en caso de enfermedad o muerte de los padres; nuevas formas de seguridad, que en estas clases sociales son mucho más reales que en las clases más privilegiadas. ”Me dieron el hijo para bautizar”. Esto significa consideración y amistad; significa que a partir de ahora somos mucho más que amigos, somos hermanos. En algún caso, la elección de los padrinos se decide antes del nacimiento de la criatura; y los escogidos pasan a ser padrinos y compadres antes del bautizo. Así, con mucha frecuencia, los motivos que llevan a buscar el bautizo de la criatura son extremadamente complejos y entramados de religiosidad, tradición, estímulo social y una raíz de fe que sobrevive. Es esa raíz de fe que la gente necesita cultivar. En el caso en cuestión el problema era el siguiente: el padre, que estaba internado en un hospital psiquiátrico, se consideraba castigado, maldito, por el hijo “pagano”. No quería verlo más en las visitas de domingo mientras él fuese todavía “pagano”. La madre y los padrinos me buscaban para bautizar al hijo (de 4 o 5 meses) como quien busca un “bendecidor”, o como quien busca una solución terapéutica, no para el hijo, sino para el padre (bautizando al hijo tal vez pasara la maldición sobre el padre, y así éste mejoraría de la cabeza). Naturalmente, los padres no son casados “con papel sellado” ni por lo civil ni por el Padre... pero este es un tema que queda para otro momento. Bien, ¿qué hacer en este caso? Sé que muchos Padres entendidos en liturgia y teología, actualizados, etc., deciden no bautizar al niño en estas circunstancias. Y reconozco que no deja de ser una actitud coherente, dentro de los más serios principios de teología y pastoral. No obstante, me parece que las personas tienen que ser asumidas al nivel de fe y de cultura en que se encuentran, y construir a partir de ahí, ayudándoles a caminar en la fe, creciendo como nosotros tenemos que crecer continuamente. La naturaleza no da saltos y la fe tampoco. Y Dios respeta ese ritmo de crecimiento, creo yo. Además, con todas las imprecisiones teológicas, y las mezclas de fe, religiosidad y tradiciones de cultura popular, yo vengo percibiendo cada vez más claramente que estas personas entienden mucho más las cosas de Dios que mucho teólogo de postín, y más que muchos de nosotros, los que dictamos normas... Ellos son simples... y Dios es simplicidad pura... Tres reuniones con los padres y padrinos en la propia barraca de ellos, un tranquilo bautizo, y una excelente oportunidad para cultivar un poco de esa raíz viva de fe.
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III - CASAR EN LO CIVIL Y CASAR EN EL PADRE.
Arreglar los papeles para el casamiento no es fácil para nadie. Creo que nosotros no nos hacemos idea de lo complicado que resulta eso para las personas que no saben leer o escribir. Supone exhibir la propia ignorancia en público, delante de un montón de personas importantes. Significa entrar en el mundo de otros, en el extraño mundo donde usted queda totalmente a merced de ellos, metido entre papeles llenos de letras que usted no entiende, a los cuales la sociedad da una importancia enorme... “no sé para qué”... (Hay personas para las que escribir una carta es un acontecimiento extremadamente difícil, sea para ser leída por la profesora, por el farmacéutico o por el Padre). Casar por la iglesia, no es solamente buscar al Padre, firmar los papeles e ir para la iglesia. En el concepto social vigente, casarse en la Iglesia supone hacer un vestido nuevo y arreglar chaqueta y corbata; supone llamar a los amigos y padrinos y parientes y vecinos y hacer una fiesta; supone hacer un viaje. Y claro que todo esto es prescindible y accidental, pero en la realidad anda bien mezclado con el todo. Además, someterse a ese proceso de firmar contrato en el registro, no deja de ser una tentativa de traer el mundo de relación comercial y contractual al mundo de relación familiar: una forma de legalizar derechos y deberes, de ordenar derechos de herencia, de prever con antelación la división de propiedades en caso de separación de los esposos, o en caso de muerte de uno de los cónyuges. Naturalmente, en otras clases sociales esto tiene otro sentido y otro significado. Por aquí, en caso de incompatibilidad no hay problemas de ese tipo: Tomada la decisión para romper la unión después de una riña o de un acuerdo, la mujer separa los “trapos” de la misma manera que los juntó y vuelve a casa de la madre o a otra. No hay propiedades o herencias para dividir o disputar... y en muchos casos no hay ni siquiera la posibilidad de determinar una pensión para la mujer y los hijos. En fin, voy percibiendo cada vez con mayor nitidez que es mucho más complicado ese asunto de casar con papeles del que parece a primera vista. Para quien vive al margen de los beneficios de la sociedad, ese asunto de someterse al mundo de los sellos y firmas y tasas de papeleo, tal vez contenga también cierta carga de sumisión y tal vez de esclavitud. Tampoco se puede olvidar toda la historia de esclavitud y de las “uniones” de esclavos al servicio de la reproducción de mano de obra para el patrón y a la utilización de los esclavos para satisfacción del propietario. Hablar de “concubinato”, de “vivir en adulterio” o cosas semejantes en este mundo de favela me parece, como poco, una imprecisión; un desconocimiento de este mundo por dentro. Me parece que es preciso revisar cánones, legalismos y moralismos. Aún no veo claramente como hacer esto. Pero veo claramente que alguna cosa debe ser revisada. Por ejemplo: una moza “casada” que tenga algunos problemas con el compañero dice con toda naturalidad: “Yo no voy a tomar ninguna medida antes que él... tengo que esperar. Mas si él decide buscar otra mujer, entonces yo tengo que juntarme a otro hombre pronto “para tener respeto”. La mujer por aquí no puede vivir sola”... ¿Y quién puede rebatir esa lógica? Para ser respetada es necesario tener un hombre en casa... Porque vivimos en una sociedad tramada y estructurada legalmente, y para acrecentar más una garantía en la unión conyugal, antes de la aprobación de la ley del divorcio, la Iglesia exigía el casamiento civil antes o al tiempo que el religioso. El Sacramento quedaba así legalmente amarrado, condicionado, garantizado por las leyes civiles. Es preciso discutir esto con algunos teólogos y moralistas, porque van surgiendo muchas nuevas dimensiones que no estaban en los libros... Recuerdo una doctrina tradicional que decía más o menos así: “Cuando no hay posibilidad de tener la presencia de una Padre, el consentimiento de los novios es suficiente para que haya Sacramento”. Se acostumbraba dar como ejemplo el caso de dos personas viviendo en una isla perdida, en una localidad cualquiera por donde el Padre pasa una o dos veces por año. Esto se aplicaba en principio a casos de distancia física: ante Dios y la Iglesia ellos estaban casados, sólo con que hubiera la intención de formalizar el Sacramento cuando surgiese la oportunidad... Se me ocurre la siguiente idea: Esos obstáculos de distancia física o de gran dificultad de acceso físico al Padre para formalizar canónicamente, no son obstáculos únicos, ni los más difíciles de superar, tanto cuando hay proximidad física como cuando Matriz está ahí, a dos o cuatro horas de distancia tras descender el morro. Es la distancia de siglos de esclavitud que consideraba a las personas como esclavas, como objetos, y las uniones carnales de estas personas como medios de reproducción de la fuerza esclava, incluso con el poder “legal” por el dueño de unir y desunir, de “cruzar” esclavo y esclava de acuerdo con su “pedigrí”... Es la distancia de la cultura del papel escrito, sellado y firmado que vale más que la palabra dada. Es la distancia que pasa por el notario que “sacramenta” las propiedades de los ricos y echa a otros para fuera, para el refavelamiento y para el desalojo. Es la distancia creada por nosotros, los Padres-burócratas, Padres-burgueses, Padres-prepotentes. ¡Es la distancia de toda la vida! ¿Será que no hay sacramento ante Dios y la Iglesia en estas uniones sin papeles timbrados y sin testigo clerical; en esta uniones que se basan en la palabra dada y no en la palabra escrita y sellada? El problema me parece de fundamental importancia para cualquier tipo de tentativa de pastoral o de evangelización en un medio como este. Es muy grande el número de casados aquí cuya situación de casamiento no es “regular”. ¿Qué hacer? ¿Echarlos fuera de la Iglesia? ¿Negarles la comunión? ¿No bautizar a los hijos? ¿Lanzar anatemas de concubinato, adulterio, bigamia, etc.? ¿Pedir al hombre que abandone a la actual mujer y a los hijos para que viva en celibato? ¿No sería más justo aceptar y acoger a las personas en el momento y en las condiciones reales en que ellos se encuentran? Ciertamente, no se trata de desmontar toda una concepción tradicional de moral matrimonial y familiar. Pero la realidad vivida por aquí lleva a pensar en el encuentro de Jesús con la Samaritana, en el encuentro de Jesús con los “publicanos y pecadores”, y en la aversión que Él tenía hacia los hombres de ley y de letras... PARTE 5ª: EN BUSCA DE “SEMILLAS DE LA PALABRA”IV - DIOS DA, DIOS QUITA
En el trabajo de limpieza tras la tormenta, élla fue de las personas más activas. Con su barriga grande lo mismo luchaba contra la basura que cargaba bultos en la espalda. Faltaba una semana para que diera a luz su segundo hijo y ella había mandado a su hijo de año y medio a vivir con el abuelo, porque a los pocos días tendría que ingresar en la maternidad. “Pero, Doña María, de esa manera va a acabar teniendo su hijo aquí mismo, en la escalera”. “¡Qué va! Este va a nacer más fuerte que cualquier otro. Y va a llegar y encontrar el morro limpio”. Al domingo siguiente el niño había nacido. Un chiquillo bonito y lleno de salud. Ella lo mostraba a todo el mundo con orgullo y satisfacción. “Este va a poder correr por ahí hasta descalzo”. Realmente, esas frescuras de estar de reposo no sé cuantos días, llenas de desmayos y melindres, no se aplican por aquí. Dos días después de nacer el hijo ya está la madre de vuelta en casa, haciendo limpieza, lavando ropa, cocinando. Si ella no lo hiciera, nadie iba a hacerlo. Vivía para el nuevo hijo, con el entusiasmo de quien acaba de realizar el misterio de crear una vida nueva... Cuando pasé para visitar al niño ocho días después, había preocupación en la casa. No era preciso entrar para percibirlo. “Imagine que nosotros estábamos durmiendo y una rata mordió al niño de noche en la cuna. Le llevamos despavoridos al médico a las cinco de la mañana. Le mordió en la carina, pobrecito. Ya tomó tres inyecciones y va a tener que tomar hasta cuarenta que el médico le recetó. Él está fuerte, pero entristecido, cuitadino”. Entré para ver al niño. De hecho, debe haber sido una rata muy grande. Daba pena ver en el rostro del niño los dientes de la rata bien marcados: en la nariz, en la cara, hasta en un ojo... Arropado en paños en medio de la cama del matrimonio, dormía quietecito. La rata no había arrancado nada. Sólo dejó las marcas de sus dientes... El sosiego del sueño era efecto de las medicinas. Había comenzado a tomar una serie de cuarenta inyecciones, una por día... “Yo ya tenía morriña del otro. Iba a mandar traerlo de casa del abuelo. Pero ahora no puede ser. Voy a tener que aguantar la nostalgia, pues ahora no puedo cuidar de los dos...” En la tarde pasé de nuevo por la casa de María y Antonio, una barraca situada arriba, en lo alto del morro. La puerta estaba cerrada. Llovía bastante y no había nadie cerca... Volviendo para mi barraca encontré a los dos recostados en la birosca de Mocinha, llorando abiertamente... “¡Padre, mi hijo ha muerto!”. “Dios se lo llevó”. “Dios no quería que se criase”. “¡Dios nos lo dio, Dios se lo llevó!... No había amargura. Había un dolor profundo, una tristeza total ante la muerte del hijo, ante la desgracia. Un dolor de impotencia. ¿Qué hacer? Estaban descendiendo bajo la lluvia para enterrar al “angelín”. ¿De quién es la culpa? ¿Fue Dios quien dejó entrar a la rata en aquella casa y subir a la cuna? ¿Fuimos nosotros, los favelados, que tras limpiar la favela (quitamos el alimento de las ratas) no colocamos inmediatamente raticida? ¿Fuimos nosotros, que no mantenemos la favela limpia? ¿O será el gobierno que sólo se preocupa con la higiene en los barrios de la ciudad? ¿O será toda esta sociedad organizada para dar confort y seguridad y salud sólo a algunos; y que explota al pobre sin ofrecerle en compensación la más imprescindible condición de vida humana? En la Misa pedimos por aquellos padres en su sufrimiento, y en el momento de los comentarios al Evangelio fue tratada toda esta cuestión. La primera reacción de las personas fue precisamente en ese sentido. No culpando precisamente a Dios. Pero atribuyendo a la voluntad de Dios una decisión misteriosa que escoge, de entre los hijos que una pareja posee en el mundo, cuáles son los que van a vivir y cuáles los que Él va a llevar con los “angeles” para formar parte de su coro... Después fueron surgiendo otras explicaciones complementarias, pero quedando casi como telón de fondo la explicación básica: “Dios lo dio, Dios quiso llevarlo, y nosotros no tenemos más que aceptar ese voluntad de Dios”. De hecho, la mayoría de las parejas del morro cuenta los hijos en dos grupos: “Tuve diez pero sólo cuatro vivieron”. “Fueron siete. Los otros murieron, tres antes de nacer y dos cuando ya eran mayores, que fue un dolor verlos morir sin manera de hallar remedio. Y los médicos decían que no era enfermedad de muerte. Y así mismo Dios se los llevó”. “Tener tuve seis, pero sólo cuatro viven”. Cuando se habla en estadísticas de mortalidad infantil se coloca en números fríos todo el sufrimiento de millones de familias, y toda la moral de una sociedad que distribuye las chances de la vida de acuerdo con las clases sociales... “El pobre sobrevive por terco, por testarudo”.
Parte 5ª: En busca de Semillas de la Palabra”.
V - PIPAS Y CALENDARIO LITÚRGICO.
Estamos en la época de soltar pipas. Tenemos horas en que allá abajo usted puede ver en el morro hasta 40 o 50 pipas compitiendo, persiguiéndose mutuamente, subiendo y bajando y haciendo piruetas. Y tenemos torcida, hinchada. La gran hazaña consiste en conseguir llevar la pipa a lo más alto y sostenerla allá, por encima de todas las otras, huyendo de todos los que intentan cortarla y derribarla; y conseguir derribar la pipa de otro. Quien consigue vencer, queda con ambas. Las pipas son hechas aquí mismo: cuatro varillas de bambú, uno o dos carretes de hilo fuerte enrollado en una lata de óleo, y el papel colorido para decorarla. Tenemos hasta pipas hecha de papel de periódico. Y tienen larga vida. Hoy iba yo subiendo para la capilla del pico cuando encontré dos rapaces peleando por una pipa. Uno tenía agarrado al otro por el pescuezo, medio jugando medio en serio, y ya estaba tornándose el juego en riña. En ese momento, la pipa ya estaba tirada en el suelo, ya había perdido importancia...Acabaron rodando descalzos por la escalera. Conseguí separarlos y que se fueran para casa a tomar un baño y enfriar la cabeza. Al poco rato ya estaban tan amigos, soltando nuevamente la pipa. Es interesante la cuestión del calendario. No se vayan a pensar que la cosa está desorganizada: tenemos fecha para comenzar y fecha para acabar la temporada de pipas, pues entonces comienza la época de jugar a la “bolinha”, o la época de la “tiradeira”, o de la “marimba”... ¿Dónde tendrá su origen esa organización? La radio viene diciendo que es peligroso soltar pipas cerca de instalaciones eléctricas, que puede dar en desastre... Por aquí todos esos peligros deben estar suspendidos. No tiene otra explicación, porque yo tengo visto montón de veces a las criaturas encima del tejado de cinc o de lata, sujetándose con una mano al hilo grueso de la instalación eléctrica y manejando con la otra el hilo de la pipa. Va a resultar que también esas leyes “naturales” tienen una rebaja aquí para la favela, al igual que otras... Si aquí se cumpliesen los efectos de las leyes de seguridad de ingeniería, por ejemplo, la inmensa mayoría de las barracas ya estarían rodando morro abajo... Mas volviendo a la cuestión del calendario, yo estaba pensando que para este pueblo la liturgia tiene una importancia enorme en su carácter cíclico, repetitivo... La mayoría de ellos vinieron del interior, donde la vida gira en torno a fiestas y fechas marcadas..., que se respetan con pocas alteraciones: la fiesta de la patrona, la semana santa, la fiesta de junio, la fiesta de Navidad y así... Cuando llegan aquí cambia todo el esquema vital de estas personas, que acaban quedando en el aire... En un viaje de dos o tres días de autobús en su emigración, dan un paso de tres o cuatro siglos de distancia. De la vivencia de un tiempo rítmico, circular, repetitivo, marcado por fechas y fiestas tradicionales..., pasan a una vivencia de tiempo acelerado, a la carrera, sin referencias. Y como ellos proceden de diversos lugares, no es posible montar un esquema único para todos... Yo creo que la celebración de la Navidad, Semana Santa, la fiesta de la patrona, de San Juan, etc., tiene mucha mayor importancia de lo que la gente imagina. Me parece que estamos en tiempos en que se desnudan las fiestas de muchas cosas que parecían accidentales y no lo eran. Es la liturgia de la vida, que hace girar las cosas, que marca los puntos de referencia; que hace la vida, la fiesta, la oración, la unión del pueblo, la identidad de la comunidad. Tenemos que pensar en eso.
Parte 5ª: “En busca de Semillas de la Palabra”.
VI – LOS HERMANOS.
Coincidió que compré la barraca al lado mismo de la Iglesia de los Creyentes: “Congregación Evangélica de la Asamblea de Dios”. Nos separa tan sólo un camino-escalera de aproximadamente un metro de longitud. Es una capilla de tamaño razonable, siempre bien pintada y limpia, y con una intensa actividad religiosa. Los hombres van a la Iglesia siempre de chaqueta y corbata, y tienen diversos cultos casi todos los días de la semana. Rezan en voz alta, todos juntos, al mismo tiempo, con oraciones de alabanza llenas de fuertes aleluyas. Dije que ellos “rezan”. Ellos no “rezan”, ellos “oran”, pues así me lo aclaró un día uno de los presbíteros, haciendo una distinción bastante substancial a lo que parece. Hay días en que la oración de la Asamblea me recuerda al pueblo de Israel llorando en el exilio. Los domingos el culto es más solemne, y una vez por mes pasan la noche del sábado al domingo entera en oración, desde las once de la noche hasta las seis de la mañana: cantan, oran, alaban a Dios... entre gritos y aleluyas. El pueblo les llama “los creyentes”, “los aleluyas”, “los biblias” (porque cuando van para el culto llevan la Biblia prieta bajo el brazo...). Una de las cosas que más me impresiona de los hermanos es el pastor y los “presbíteros”. Son gente del pueblo y viven aquí mismo. Uno es albañil, otro vigilante nocturno, otro bombero, y así todos. Está claro que la chaqueta y corbata, que llevan aun en los días más calientes del verano carioca, tienen algo de salida del medio... pero eso es entendido por ellos como respeto por la palabra de Dios, por la casa de Dios, por la casa de oración. Nosotros separamos el candidato al sacerdocio de tal forma que vuelve (cuando vuelve) hablando otro lenguaje, en un contexto diferente, con un marco referencial intelectualizado... Y eso cuando regresa a sus orígenes, porque en muchos casos –tal vez en la mayoría- el candidato es de origen sencillo, allá del interior, y acaba quedando en la ciudad, trabajando con otras clases sociales, y a veces hasta escondiendo su origen. Tenemos tantas condiciones y tantos estudios que preparar para ser sacerdote, que vuelve al nido -al mismo nido del que él había salido- como un extraño,. Yo tengo un respeto cada vez mayor hacia esta comunidad vecina mía que expresa y vive su fe de manera intensa y absorbente. Ellos anuncian al Señor Jesús como salvador con una sinceridad y autenticidad impresionantes. Muchas de nuestras comunidades católicas tienen mucho que aprender en contacto con esta fe viva en el Señor Jesús. El único inconveniente que yo veo es que ellos viven una línea de espiritualidad desencarnada, alienada. Esperan el milagro, la manifestación del poder de Dios. Refuerzan la pasividad, la resignación, el alivio espiritual y la moral de línea individualista, o como mucho familiar. Tienden a concentrar todas las baterías en la conversión individual, que se traduce básicamente en reconocer que es Jesús quien salva; en dejar de beber, dejar de fumar, frecuentar el culto, entregar las imágenes o cuadros de santos, etc. Y en ese proceso hay una fuerte tendencia a absorber a la persona totalmente en torno a la Iglesia y a los hermanos, alejándolos así del mal, del pecado, de las biroscas, de la pinga, del trabajo en asociaciones, sindicatos o cosa equivalente... No hay duda que la “construcción del Reino” que se manifiesta aquí y ahora en la lucha por la construcción de una sociedad justa y humana podría contar con un potencial enorme si estas comunidades de fe de los “creyentes” descubriesen la dimensión del “aquí y ahora”, la dimensión histórica de la salvación.
Parte 5ª: “En busca de...”
VII – ECUMENISMO ENCAÑADO.ç
A las seis y media de la mañana golpearon con fuerza la puerta del fondo de mi barraca. “Señor Padre, está bajando agua, pero no llega a nuestras casas porque la cañería se rompió allá en la cima. Está desperdigando toda el agua”. Fui allá con los recursos disponibles: un pedazo de paño, una cuerda y unas tiras de goma de neumático de coche. Allá, colgado de una tubería en la cima de una piedra enorme que da a la escalera de un lado y al precipicio de otro, intenté amarrar el caño de la mejor manera posible. El caso es que el agua volvió a caer y llenar los depósitos que tengo en común con mis vecinos. Un arreglo razonable, pero precario. Más tarde descendí hacia la ciudad y encontré a uno de los “hermanos” de la iglesia de los creyentes que queda frente a barraca; una persona muy amable que ya me invitó varias veces a participar en el culto con ellos. Una nota ecuménica y bien evangélica: el mismo caño que pasa por nuestra bica atraviesa después una escalera y lleva agua para la iglesia de los creyentes. He ahí: la misma fuente, el mismo agua, sólo que en dos bicas diferentes... Pues bien, hablé con él del problema del caño estropeado y del remiendo que yo había conseguido hacer con toda mi técnica de bombero improvisado. Yo sabía que él entendía del asunto y que tenía herramientas, porque en la víspera él había arreglado el caño de la iglesia. No fue necesario pedir ni insinuar. Él se adelantó: “Yo voy ahora para arriba y tengo herramientas allá en casa. Puede dejar que yo le eche un vistazo”. Le dejé la llave de la barraca para que entrara dentro y le indiqué más o menos el lugar donde había estallado la tubería. De noche, cuando volví, pregunté a los vecinos y estos me dijeron que él había arreglado el caño, ahora con mano de profesional. Y el agua ecuménica volvió a correr normalmente. Y sospecho que si nosotros pudiésemos multiplicar gestos de ecumenismo a nivel de caños de agua, limpieza de escaleras y reparaciones de luz, probablemente podríamos llegar más lejos de lo que llegamos con muchas reuniones teológicas.
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