DON CIRO BAYO
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Nota previa: cuanto aquí se dice sobre Don Ciro Bayo, ha sido tomado de la obra de José Antonio Ereño Altuna titulada “Cartas de Ciro Bayo a Unamuno. Un diálogo difícil”.
Así retrataba Pío Baroja a Don Ciro Bayo:
“Don Ciro tenía tipo físico y espiritual de un hombre del siglo XVII. Alto, flaco, esbelto. Como solitario no necesitaba de nadie, según decía él. Él mismo reconocía su arbitrariedad y el ser partidario del favoritismo y de la injusticia. Decía que si fuera profesor protegería a unos estudiantes sí y a otros no. Tenía unas normas suyas, y si pensaba en el público era más bien contra él que a favor de él. Hace treinta o cuarenta años, don Ciro tenía un guardillita, donde habitaba, en la calle de Antonio Grilo, en Madrid. Esta guardillita misteriosa, en la cual no dejaba entrar a nadie, le costaba tres duros al mes. Don Ciro tenía una asistenta vieja para limpiar su rincón. La asistenta, que vivía en la vecindad por entonces, se quedó sin casa; don Ciro le buscó un piso. Este le costaba 10 duros y los pagaba él. Así, el señor tenía una guardillita de tres duros y la criada un piso de diez,.. Don Ciro, que no poseía ningún sentido realista... Don Ciro despreciaba a los escritores; no quería ni verlos; vivía aislado. Por las mañanas salía, daba su paseo, comía en una taberna de la calle Ancha de San Bernardo y después de comer se encerraba en su casa. En cierta época, en esa taberna se dedicaba a jugar a la brisca con unos carreteros y mozos de cuerda, pero no quería que lo supiera nadie. En la calle andaba muy limpio, la camisa siempre nueva, un bastón en la mano... Don Ciro creía que yo era la quinta esencia de la petulancia y del amor por la pompa. El suponía que a mí la ceremonia me encantaba, y a mí me gustaba seguramente mucho menos que a él. Yo no he visto un hombre más arbitrario en sus ideas y en su trato que don Ciro... Todo lo hacía caprichosamente. A unas personas había que concederles lo que pedían; a otras nada...»
Ahora es Ricardo Baroja el que nos habla de Don Ciro Bayo: «Don Ciro Bayo y Segurola es el último aventurero español de la vieja, noble cepa. Si alguna vez un compositor de alegorías y emblemas realizara el símbolo de don Ciro, había de dibujar en la cartela la pluma, la espada y el báculo de viajero... Don Ciro es magnífico compuesto de soldado, de viajero, de poeta, de asceta, de bohemio, dando a esta palabra su sentido más noble. No hay en el mundo quien desprecie el dinero y las cosas que el dinero proporciona como don Ciro. Si un mendigo pidiera la capa a don Ciro, no la partiría por la mitad, como San Martín. La daría entera y se marcharía tiritando. Algunas veces le agobia la ciudad, siente la nostalgia de los horizontes dilatados, la perspectiva de las cordilleras. Entonces, sin preparativos, sin equipaje, a veces sin un céntimo, como quien sale a dar un paseo por su calle, abandona Madrid y da la vuelta a España... Era el verdadero caminante. Ese que se encuentra a veces recostado en la cuneta, o de travesía en un descampado. Indiferente a todo, lo mismo le da llegar tarde que no llegar nunca a su destino. Ese que asusta a los chiquillos. Ese a quien el torvo Guardia Civil detiene para tomarle la afiliación y llevarle a la cárcel...
Y ahora va a ser el mismo Don Ciro el que nos hable, trazando una semblanza del Español y de los Español que, en su día, llamó la atención de Don Miguel de Unamuno, siendo causa de que entre los dos se produjera un interesante intercambios de correspondencia:
La Raza Parda El pueblo español tiene una capital parda en medio de un país pardo. Madrid está situado en una región arenosa y edificado con tierra parda. Todo es pardo en él; las fachadas, el arroyo de las calles, las puentes; el Manzanares es un culebrón de escamas de cieno que se arrastra penosamente por entre pardos andurriales. El colorido de Madrid contemporáneo, «de esta magnífica creación de la civilización moderna», como dijo el ex-ministro Hannoteaux, es, en conjunto, esencialmente pardo. Los poblados bosques de encinas, pinos y alcornoques, y las espesas arboledas que crecían al pie de Madrid en tiempo que este era sitio Real y candidato a capital de la nación, no amenguaron esa impresión de color a que me refiero. Por esto llamaron «El Pardo» a las doce leguas de monte donde Carlos V emplazó el real sitio de este nombre. Ciudades y pueblos de España son de color pardo; sólo en Andalucía y en algunas regiones de Levante se ven algunos caseríos, blancos como palomas, pues ya hemos convenido en que todas estas torcaces son del color de la nieve. La brusca transición del llano a la montaña y de esta a la llanura, da al agro ibérico un tinte marcadamente pálido que se acentúa más y más con el otro corte brusco y repentino entre el mundo y la soledad, ocasionado por la poca densidad de la población. Esa Mancha toledana, amplísima y desierta, con su color ocre y con las legendarias visiones de los héroes cervantinos, es la doble personificación de nuestra tierra y nuestra raza. El color de Madrid, de Castilla y de España entera, explica en parte que los españoles sean morenos, de cabellos castaños y ojos grises: desinencias o matices del pardo, y explica también su afición a vestirse de color pardo, y, en general de color obscuro. No se ve en nuestras ciudades aquella algarabía de colores en indumentaria que tan agradable hace la perspectiva del gentío extranjero; son pocos los españoles que visten de blanco o de encarnado, o de azul, y los que lo hacen es por moda y no porque les salga de adentro. El negro o el parduzco son los colores favoritos nuestros, como lo fueron de los hidalgos de ropilla y manto. De los campesinos no se diga: llamáronles y siguen llamándoles pardillos o pardales, por el color de su indumentaria. El pardo es el color de la moderación y también del cerebro. De ahí se puede inferir dos rasgos característicos de nuestra raza: a) Los españoles son la gente más sabia, más morigerada y más timorata de Europa. No abusan de nada; ni del placer, ni del trabajo, ni del pensamiento. En el fondo son conservadores hasta la locura. Cada español tiene grabado en su fisonomía los diez mandamientos. b) Son sanos de entendimiento y serios de carácter. ¡La gravedad castellana! El buen sentido es lo único que les gusta. El hombre fuerte y el agua que corre hacen su propio sendero; esto no reza con la mayoría de nosotros. Se preguntará, ¿cómo la raza española, la raza parda, es una raza heroica? Es que, etimológicamente, «pardo» viene de pardalius (leopardo y pantera). Muchos siglos de absolutismo y de inquisición hicieron del león un leopardo. A fuerza de reprimirse y de disimular, el español se volvió receloso y desconfiado. Por poco que se arañe en la costra de un compatriota nuestro se verá un hipócrita en todos sentidos. Lo que hace bueno la sabiduría popular cuando da por el mejor Código de sapiencia la gramática parda. De esta regla no se libraron ni aun las artes españolas. El pardo es el matiz culminante de nuestros literatos, de músicos y pintores. Leed nuestros clásicos; hipogrifos violentos se disparan en alas de la imaginación para pararse en seco o tergiversar el curso de sus lucubraciones como si una rienda invisible les refrenara. El buen sentido de Sancho Panza dando tirones a los arranques entusiásticos de Don Quijote; el ciego salamanquino de bracero con el travieso Lazarillo de Tormes. Ved los autógrafos venerables conservados en la Sección de Manuscritos de nuestra Biblioteca Nacional. No hay página sin tachas ni enmiendas; el tizón de la censura es la antorcha siniestra que preside el parto de los ingenios españoles allá en el siglo de oro, y el que les inspira la fórmula aquella, entre altanera y quejumbrosa: con candad y suficiencia, con la que impetran la aprobación de las obras. Nuestros aires nacionales son, o descompasadamente alegres, o profundamente tristes; de ordinario, melancólicos. Los cantes andaluces, las triadas o zuadas gallegas, la misma jota son cantos de sentimientos individuales o afectivos. Nuestros serventesios o envíos irónicos, de interés común, moral o político (Milá y Fontanals), son eruditos y accidentales. La verdadera música española es vaga, melancólica, incolora, parda, casi moruna. De ahí que el argelino Bizet instrumentara su Carmen, ópera tan española, con aires populares argelinos. Nuestras juergas populares, desleídas en ayes y jipíos, resultan tan aburridas y tristonas como el vinejo que las inspira: el clásico pardillo. Color preferido de los pintores españoles ha sido el pardo, o la ausencia de color, dicho sea paradójicamente. Para Velázquez era el color de la vida, de la verdad; para Murillo el de la idealidad, de la unción. Sólo por clasicismo pintó éste rubia a su Concepción, como el Ticiano a Venus, y a Eva Rubens. De Zurbarán, de Juan de Juanes y de Rivera, no se diga. Goya y Fortuny, por no citar otros, intentaron colorear con toques alegres la pintura española, pero no consiguieron formar escuela nacional. La impresión de las salas españolas en el museo del Prado es esencialmente gris; por esto escribió el ya citado Hannotaux que el cuadro que más le llamara la atención en nuestro Museo fue el Felipe II, de Pantoja, El Rey de la raza parda. Ciro Bayo. He aquí la Obra de Don Ciro, tal como nos la presente José Antonio Ereño Altuna:
Así, podrían quedar agrupadas las obras de Ciro Bayo, atendiendo a su diversa y más general temática.
A) OBRAS LITERARIAS QUE SE HAN PERDIDO 1. Epitalamio a las bodas de Alfonso XII con Doña María de las Mercedes. 2. Examen del drama y auto sacramental, «La vida es sueño».
B) OBRAS DE HIGIENE FÍSICA Y MORAL 3. Higiene sexual del soltero. Causas del celibato. Sensaciones en ambos sexos. El amor libre y la prostitución. Las amigas del soltero. La prostitución clandestina y la autorizada. Medios preservativos y profilácticos. Curación de las enfermedades de la vida genital. Aberraciones sexuales. Higiene general del soltero. B. Rodríguez Serra. (Col. Manuales de Higiene Física y Moral, I), Madrid, 1902. -La 6ª edición, aumentada, es de 1929 (Librería y Editorial Rubiños, Madrid). 4. Higiene en el verano y de los veraneantes. Elección de sitio veraniego. Preparativos de viaje. Aguas minerales. Balnearios de España. Modo de tomar las aguas. Balneografía e hidroterapia moderna. Higiene en la fluya y en la montaña. Higiene general del verano. Arte de nadar, etc. B. Rodríguez Serra. (Col. Manuales de Higiene Física y Moral, II), Madrid, 1902. 5. Higiene sexual del casado. Edít. Rubiños. Madrid, 1913. 6. El veraneo. En la playa. En los baños. En la montaña. Itinerarios. Consejos prácticos. Higiene del veraneante. Bailly-Bailliére. Madrid, 1916. 200. Se trata de una segunda edición, «reformada y mejorada», del libro de 1902.
C) ESTUDIOS AMERICANOS - Viajes romancescos: 7. El peregrino en Indias. Sucesores de Hernando. Madrid, 1912. 8. Chuquisaca o la Plata Perulera. Cuadros históricos, tipos y costumbres del Alto Perú (Bolivia). V. Suárez. Madrid, 1912. 9. Por la América desconocida. 4 vol. (I. Indios Pampas, Gauchos y Collas; II, La Terraza de los Andes; III, El Tempe Boliviano; IV, Los Ríos del Oro Negro), Caro Raggio. Madrid, 1920. -Estos cuatro pequeños volúmenes se volvieron a publicar en un único en 1927. (Madrid. Caro Raggio.) 10. Las grandes cacerías americanas. Del lago Titicaca al río Madera. Caro Raggio, S. A., Madrid. - Estudios lingüísticos: 11. Vocabulario de provincialismos argentinos y bolivianos. Revue Hispanique. T.XIV, 1906, págs, 241-564. 12. Vocabulario criollo-español-sudamericano. Libr. Sucesores de Hernando. Madrid, 1910. 13. Manual del lenguaje criollo del Centro y Sudamérica. Caro Raggio. Madrid, 1931. - Estudios folklóricos-literarios. 14. La poesía popular en la América del Sur. Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, tercera época, tomo VI, Madrid, 1902, págs, 43-9. 15. Cantos populares Americanos. Revue Hispanique. T.XV, 1906, págs, 796-809. 16. Romancerillo del Plata. Contribución al estudio del Romancero Río Platense. V. Suárez. Madrid, 1913. 17. Romancero criollo. Relaciones y cantares. Prólogo y vocabulario de Ciro Bayo. Madrid. Sucesores de Hernando, 1921. 18. El gaucho Martín Fierro, de José Hernández. Prólogo y notas de Ciro Bayo. Biblioteca Universal, n.° 175. Sucesores de Hernando. Madrid. Nosotros hemos consultado la edición de 1929. ¿Hay alguna otra anterior? - Estudios históricos 19. Historia Argentina en verso, «que publiqué en Tucumán en 1892, obrita que tuvo mucha aceptación, como que fue adoptada de texto en las provincias de Tucumán, Córdoba y Buenos Aires». Carta de Ciro Bayo a Unamuno el 9 de Enero de 1903. En la Universidad de Buenos Aires, según la Bibliografía argentina: Catálogo de materiales argentinos en las bibliotecas de la Universidad de Buenos Aires, Boston, (Mass.), G. K. Hall. 1980, 7 vol., hay una edición de 1910 (muy alejada, por lo tanto, de la edición de 1892) editada por Geraldi. En la enumeración de las «Obras Americanas del autor» que aparece en La Colombiada está incluido este libro y a continuación, entre paréntesis, (Edición Maucci). Quizá se trate de una edición distinta de la de Argentina. Nosotros no hemos podido manejar aún ninguna de las ediciones de esta obra. 20. Examen de próceres americanos (Los Libertadores). Libr. de los Sucesores de Hernando. Madrid 1916. 21. Aucafilú. (La época de Rosas). Sociedad Española de Librería. Madrid, 1916. 22. Bolívar y sus tenientes. San Martín y sus aliados. Caro Raggio. Madrid, 1929. 23. Historia moderna de la América española. R. Caro Raggio. Madrid, 1930. — Leyendas áureas: 24. La Colombiada (poesías). Bailly-Bailliére. Madrid, 1912. 25. Los Césares de la Patagoma. J. Pueyo. Madrid, 1913. 26. Los Marañones. Leyenda Áurea del Nuevo Mundo. Bailly-Bailliére. Madrid, 1913. 27. Los caballeros del Dorado. Imprenta Clásica. Madrid, 1915.
D) VIAJES Y CORRERÍAS POR ESPAÑA 28. El peregrino entretenido. Viaje romancesco. Libr. de los Sucesores de Hernando. Madrid, 1910. 29. Lazarillo español. Guía de vagos en tierras de España por un peregrino industrioso. (Prólogo ¿¿ Azorín). Libr. de Francisco Beltrán. Madrid, 1911. 30. Con Dorregaray. Una correría por el Maestrazgo. J. Pueyo. Madrid, 1912.
E) DERECHO 31. Nociones de instrucción cívica (Rudimentos de Derecho). Madrid, P. Orner, editor. (Imprenta de la Sucesora de M. Minuesa de los Ríos), 1905. F) BIOGRAFÍA NOVELADA 32. Venus, catedrática. Tratado de galantería. J. Pueyo. Madrid, 1917.
G) NOVELA 33. Orfeo en el Infierno. Novela. Bailly-Bailliére. Madrid, 1912. 34. La reina del Chaco (novela americana de aventuras). Caro Raggio. Madrid, 1935.
H) VARIA 35. Una lección de magia, o de cómo más vale vaca en paz que pollos con agraz. En «Colección Cuesta. Frases y refranes en acción», ordenada por Juan Costa y Díaz. Tomo III. Bailly-Bailliére e hijos. Madrid, 1903, págs, 3-28. 36. Dormir la mona. Ibidem, Tomo V. Bailly-Bailliére e hijos. Madrid, 1903, págs, 3-19. 37. Diccionario-conversación español-francés, compilado por Ciro Bayo, con un vocabulario francés-español y un apéndice gramatical. Bailly-Bailliére. Madrid, 1904. 38. Lo natural y lo sobrenatural en el ocultismo. Caro Raggio. -Es muy posible que esta obra, pese a aparecer en varias bibliografías de Ciro Bayo, no llegase a publicarse...
Fuente única: “Cartas de Ciro Bayo a Unamuno. Un diálogo difícil”, de José Antonio Ereño Altuna titulada
Antonio Castejón.
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