El Combate de Cabo Matxitxako; 5 de marzo de 1937.
En honor y memoria de Valentín Camino Chabarri y sus compañeros
Sobre este tema y otros relacionados, son muy interesantesestas páginas de Juan Pardo San Gil:
http://www.gipuzkoa.net/kultura/museos/um/castella/mgae/mgae.htm http://www.sbhac.net/Republica/Fuerzas/Marina/PardoSanGil/BuquesEuzkadi.htm http://www.rojoyazul.net/militaris/ejercitos/armada_euzkadi.htm
En las fuentes de las que hemos tomado el texto que seguirá, se trata ampliamente del heroico comportamiento de la tripulación del Navarra, pero sólo se dan los nombres de 23 de los 49 tripulantes. ¿Acaso no hay documentación que permita dar nombre del resto de los héroes?
Nosotros podemos decir que uno de los innominados es Valentín Camino Chabarri, nacido en Santurtzi en el año 1897, marinero de profesión, que casó con Sofía Amenabar Torrealday, de la que tuvo, que sepamos, seis hijos (véase apellido Camino, en Genealogías Bascas de esta web (apartado IV, número 5, de su última genealogía).
Los 23 tripulantes cuyo apellido se da en las fuentes consultadas son éstos:
Ardaide, Basarte, Cahue Mario (telegrafista), Cajigas (primer maquinista), Clemente Pedro, De Dios, De la Hoz Pedro, Diego Benjamín (segundo camarero), Guetai (fogonero), Ormaechea (de Bermeo), Ibargarai, Lekube (fogonero), Manterola, Moreno Enrique (comandante), Mogro (marinero), Olabeaga (segundo oficial), Quintana Francisco (artillero, de Zierbena), Sanz David, Sarasola Ambrosio (primer oficial), Torre Pedro (cargador de la pieza de proa), Uñarte y Uribarri Gonzalo.
¿Qué es un bou?
El bou es un arte de la pesca de arrastre, consistente en una especie de barco tirado por otros dos.
El bou será, también, el barco poderoso especialmente bien dotado para la pesca.
Los bous de nuestra historia son barcos de hierro, grandes y rápidos, capaces de afrontar los mares arbolados del Cantábrico o del Gran Sol y los hielos de Terranova.
Ante la penuria de buques que sufrieron las dos marinas enfrentadas en nuestra guerra civil, muchos de estos barcos fueron artillados y empleados como unidades auxiliares.
10 de noviembre de 1936: El Gobierno de Euzkadi crea el Voluntariado del mar. Se necesitaban 300 hombres y se presentaron más de 3000 voluntarios. Dada tal circunstancia, se hace una dura selección, dando preferencia a los que habían servido en combate, luego a los marineros mercantes y pescadores; se apreciaba el historial político de cada voluntario…
Valentín es uno de los elegidos, y se le destina al Bou “Nabarra”.
El Bou de Valentín: El bacaladero Vendaval, construido en 1927 en Aberdeen, Escocia, fue requisado en octubre de 1936 por el Gobierno Vasco, entrando en servicio en noviembre de 1936 con el nuevo nombre de Nabarra. Requería de 42 a 50 tripulantes, y en febrero de 1937 disponía de 2 piezas 101’6/50 mm. Vickers y 2 ametralladoras Schwarzlose 8 mm.
4 de Marzo de 1937. Cuatro bous de la Marina Auxiliar de Euzkadi: el Gipuzkoa, el Nabarra, el Donostia y el Bizkaia, reciben orden de hacerse a la mar en servicio de vigilancia, a fin de escoltar en la noche al buque Galdames, que partiría del puerto de Baiona con destino Bilbao, con unos 200 pasajeros, cinco toneladas de moneda del Gobierno de Euzkadi y material sanitario.
Mientras el convoy vasco iniciaba en la noche del 4 de marzo su singladura, una gran unidad enemiga comenzaba su misión en el oeste del Golfo de Bizkaia. Se trataba del crucero franquista Canarias, de 10.000 toneladas, con artillería principal de 8 piezas del 203 mm. en cuatro torretas, más artillería secundaria con tubos lanzatorpedos y velocidad de 30 nudos; era la más potente unidad de las flotas españolas, tanto de las republicanas como de las rebeldes. Su misión en este caso era capturar al “Mar Cantábrico”, mercante cargado de armas para la República.
Convoy y Canarias se encuentran en la mar, y nosotros transcribiremos seguidamente texto relativo al barco de Valentín, el Nabarra, tomado de la obra de José María de Gamboa titulada “El Combate del Cabo Matxitxako (5-3-1937)”.
Transcribimos ya:
…El crucero, al fin, comprende y se acerca amenazadoramente, a 300 metros de sus tres presas. Es éste el momento cuando el bou "Nabarra " abre fuego sobre el "Canarias" a unos 7.000 metros de distancia. Entramos ahora en la fase central del combate de cabo Matxitxako. En las próximas dos horas se van a enfrentar en singular batalla, en pocas millas cuadradas de agitada mar, dos adversarios de desigual potencia. El viento del espíritu y de la Historia va a soplar sobre el bacaladero de la empresa "Pysbe " y los pescadores y marinos vascos que lo tripulan. Ellos no se dan cuenta, pero algo raro va a ocurrir, la transformación de un simple hecho bélico en un caso excepcional de la historia de la guerra en el mar, a la vez que en un episodio simbólico de la historia de los vascos. En el "Nabarra ", la tripulación ha ocupado sus puestos de combate con rapidez; cada uno conoce su destino. No hay nada que decir, y cada marinero sabe lo que tiene que hacer. La disciplina y entrenamiento de Moreno dan ahora fruto; a una situación desesperada se enfrenta una tripulación ya aguerrida y conociendo sus deberes. Al poco tiempo de hacer ruta al norte desde el "Nabarra" ven la densa humareda del crucero, y luego su casco. Desde el comandante hasta el marmitón comprenden que entran en la sombra de la muerte. El gran buque de guerra pronto es reconocido por varios marineros. Pedro Torre, cargador de la pieza de proa, pero de guardia en la cofa del mástil principal, baja de su nido y, camino de su puesto de combate, le dice a Sarasola: "Es el "Canarias". Pedro Torre, como Pedro de la Hoz y otros varios marineros, habían apreciado al amanecer que estaban a la altura de Lekeitio, pero muy fuera, y habían insistido cerca de Sarasola en que el convoy hiciese rumbo a tierra, para luego llegar a Bilbao rozando la costa. "No -había dicho Sarasola-, tenemos órdenes de seguir esta derrota". El artillero atacador, Quintana, reconoce igualmente al crucero que se acerca a gran velocidad al convoy vasco, viniendo del SSO. La visión del gran crucero gris sobre fondo de la lejana costa, rompiendo las olas, con agua y espuma corriendo sobre su cubierta y chorreando al mar, quedará profundamente grabada en la memoria de los supervivientes del "Nabarra". Al aparecer el crucero, se encuentran en el puente de mando del bou Moreno, Sarasola y Pedro de la Hoz, que lleva el timón momentáneamente, antes de ocupar su destino en la pieza de popa, al alza. Los dos oficiales comentan la situación, comprendiendo que es desesperada. El lekeitiarra, todo nervio y coraje, es partidario de una solución extrema. "Tenemos cargas de dinamita en proa -dice Sarasola-. Les damos fuego, saltamos todos, y el "Canarias" no nos coge ". "No " -responde Moreno, mientras suenan las primeras salvas del crucero contra el mercante y los dos arrastreros-, nuestras órdenes son de combatir y proteger-al "Galdames". Fuego a voluntad contra el "Canarias". En otras partes del bou corren también comentarios sobre la situación. Cajigas, primer maquinista, voluntario a los 65 años de edad, cobija alguna esperanza. "Si tiene algún descuido -dice, hablando del crucero-, le podemos hacer un desastre." Sus compañeros se ríen de él: "¿Qué desastre? -le dicen-. El desastre es el nuestro, que ya estamos buenos." El cocinero considera llegado el momento adecuado para repartir algunos vasos de "saltaparapetos " e inicia la distribución por sí mismo. Retumba de pronto todo el bou al arranque de sus dos primeros disparos. El bou "Nabarra" hace fuego sin cesar, a la vez que se aleja al norte, tratando de separar al crucero del mercante "Galdames". El "Canarias" reacciona rápidamente. Habiendo fijado "in situ" sus tres presas con órdenes y amenazas dirige ahora su atención al "Nabarra " y empieza a batir el bou con su artillería. Tácticamente, el "Nabarra " sólo tiene una esperanza. Es el hacer rumbo al norte, luego al oeste, y luego al Sur, en una especie de circunvalación del crucero, para tratar de acercarse a la costa a la vez que alejar al "Canarias" del mercante "Galdames". Dada la velocidad del crucero y su alcance artillero (unos 19.000 metros), esta esperanza es ilusoria; sin embargo, llegará un momento en que tendrá ciertos visos de realidad. Naturalmente, la táctica del crucero "Canarias" es de cruzar la proa de su enemigo y destruirlo con su artillería principal sin ponerse a alcance artillero del bou. De aquí en adelante las evoluciones y maniobras de los dos combatientes dibujan complicadas figuras sobre el agitado mar. Mario Cahue, telegrafista del "Nabarra ", pide sin cesar ayuda a la estación de Artxanda. Pide destructores, aviones, lo que sea. Oye las comunicaciones en clave entre las Fuerzas Navales y el destructor "José Luis Diez ", pero nada más. "¿Qué hay?", le pregunta su comandante. "Nada", contesta Cahue. "Bueno, caeremos con honra", dice tranquilamente Moreno, "pero sigue insistiendo". Cahue continúa llamando sin parar, y en su mente se van mezclando realidades con ilusiones. Al final, entre nervios, optimismo y deseos de ser escuchado, lanza un mensaje: "Si llegan aviones y destructores, le tenemos acorralado al "Canarias". Las ilusiones desaparecen pronto. El crucero, controlando al "Nabarra ", le da la banda y empieza a batirlo con salvas, primero de una torre principal, luego de dos, y de cinco piezas secundarias. La distancia oscila alrededor de las 6 millas, fuera de alcance práctico del bou "Nabarra ", que sin embargo sigue disparando sin cesar sus dos piezas. El "Canarias" tira mal, sus piezas están desajustadas, y el fuerte oleaje dificulta el tiro. Pero gradualmente su potencia artillera empieza a aplastar al bou. Los abuses rompedores y perforantes rodean al bacaladero y hacen blanco. Sus superestructuras son acribilladas de metralla. Un obús toca en proa, cortando las cadenas en los escobenes y precipitando las anclas al mar. Varios tocan en cubierta; otros, perforantes, atraviesan el casco. Empieza un incendio a proa, otro en media cubierta. El gran bou, envuelto en humo, metralla y llamas, continúa a toda máquina su desesperada singladura hacia el oeste, mientras que el "Canarias" lo mantiene a distancia, destruyéndolo y controlándolo como un domador con un látigo a su fiera. El bacaladero encaja obús tras obús y aguanta, gracias a su robusta construcción y fuerte lastre de arena. En la cubierta, tapizada de esquirlas y cascotes de metralla, corre la sangre. De los primeros muere un contramaestre de Ondarroa. Luego un marinero, Juan Mogro, natural de Castro Urdiales. El practicante, tratando de curar heridas, es herido a su vez, también de los primeros. Sarasola está en todas partes, animando a los marineros y artilleros. "Aupa, muchachos ", grita a plenos pulmones. "La verdad —dirían los supervivientes años después- es que no necesitábamos ánimos, pero nos gustaba verle a Sarasola. Era un tigre ". Corren ahora por las 15,30 horas. "Nabarra" y "Canarias", enzarzados en el duelo artillero y sus consecuentes evoluciones, han ido separándose gradualmente del "Galdames" y los dos arrastreros que han quedado a la deriva. A los tres se les ocurre que es el momento de escapar; ponen a poca máquina y pretenden alejarse casi insensiblemente de su captor, que está ahora a unas 6 millas de ellos, batiendo al bou "Nabarra". Al principio parece que la maniobra va a tener éxito; los pequeños "Pantzezka" y "Josefa-Mikel" arrumban al SO y sus cascos de poco franco-bordo pronto empiezan a perderse entre las olas. Suavemente se alejan de la zona del combate, y luego dan toda máquina. Están salvados. Esa misma noche entrarán en Castro Urdiales. El patrón de la pareja será el primer testigo ocular en dar información al Gobierno de Euzkadi sobre las primeras fases del combate del bou "Nabarra". Para el mercante "Galdames" el problema es más difícil. El crucero "Canarias " advierte telemétricamente que el mercante, que es su presa mayor, está en marcha. En una brusca retirada dirige su artillería principal al mercante, y lanza una andanada que hace blanco. Cuatro proyectiles alcanzan el buque, uno de ellos cerca de la máquina. Los otros atraviesan el casco de banda a banda, muy cerca de la línea de flotación, tocando los departamentos de bodegas. Mueren nueve personas, entre ellas dos mujeres y dos niños, y hay seis heridos. Entra mucha agua por las perforaciones, y las bombas tienen que achicar. El mercante se detiene otra vez, mientras que "Canarias" dirige nuevamente su artillería al "Nabarra". El crucero ha ordenado al "Galdames" que entre en Pasajes y su capitán así lo hará. Varios de sus tripulantes y pasajeros serán fusilados por los franquistas, entre ellos, Carrasco Formiguera, político católico catalán que iba a Euzkadi con su familia, invitado por el Presidente Aguirre para escapar de persecuciones extremistas en Cataluña. En el bou "Nabarra" poco se ha notado de la acción del "Canarias" para evitar el escape del "Galdames". Desde su posición semicentral, con su velocidad y alcance artillero el crucero domina la situación, y se puede pensar que el afortunado escape de los arrastreros se debe tanto a la falta de interés del "Canarias" como a la iniciativa del patrón de los pesqueros. El singular duelo entre el crucero y el bou entra en su segunda hora. Cada tres minutos retumban broncamente una de las dos piezas de 101 del bacaladero. La situación y acción en el "Nabarra" alcanzan verdaderos paroxismos de violencia. La tripulación y artilleros, en un estado de excitación colectiva, cargan, apuntan, disparan, maniobran... y mueren. La metralla lo acribilla todo. El palo mayor cae. La chimenea, alcanzada varías veces, está destrozada e inclina a estribor. La pieza de proa tiene dificultades y se bloquea, aunque los artilleros ponen jaboncillo para introducir los proyectiles; hay que esperar varios minutos entre disparos, hasta que se enfríe la recámara y cerrojo. Cajigas, el primer maquinista, sube para tratar de solucionar el problema, y anima a todos los tripulantes. Al regresar a su puesto en máquinas anima también a su gente; "¡Aupa muchachos, el "Canarias" es nuestro!". A pesar de todos los esfuerzos, llega un momento en que se agarrota definitivamente el cerrojo del cañón. La pieza de popa sigue tirando sin cesar, a veces tiene que hacer fuego por elevación hacia proa, rozando chimenea y arboladura. Un obús alcanza el puente blindado de mando; a Pedro Torre le llaman, ya que el cañón de proa no dispara, para que coja el timón. Pedro llega al puente de mando de combate y ve al timonel, Aramaio, con un brazo arrancado, muerto. El segundo oficial Olabeaga, ha perdido varios dedos y está tocado en las costillas. El puesto de mando está destrozado, y hasta el timón ha perdido sus cabillas. Torre lleva el timón a duras penas, mientras que Moreno y Sarasola le indican la maniobra, uno desde la pasarela exterior babor y el otro desde la de estribor. Es difícil saber con certeza cuántos disparos efectuó el "Nabarra" durante el combate, pero tenemos algunas indicaciones. La reserva de proyectiles del bou era de 180, entre perforantes, semiperforantes y de alto explosivo. Es lógico pensar que cada pieza disponía de la mitad de esta cantidad, en proa y en popa. Al quedar inutilizado el cañón de proa se dio la orden de pasar los proyectiles de proa a popa, porque estaba cerca de acabarse allí la reserva. Estos hechos, así como el factor tiempo, pueden llevar a la conclusión razonable que el bou hizo de 70 a 80 disparos. En pleno combate, bajo la lluvia de metralla, los artilleros y marineros llevan los proyectiles en cajas de proa a popa, fumando sendos cigarros y mirando dónde ponen los pies para evitar hierros torcidos, agujeros y muertos o heridos que yacen en cubierta. En este universo de metralla, fuego y muerte aparece de vez en cuando Sarasola, animando, empujando y ayudando. Igualmente, cual trágico ángel de misericordia, Sarasola da tiros de gracia a varios mutilados agonizantes que así lo piden. El cañón de popa sigue disparando. Después de una explosión defectuosa el cerrojo de la pieza se abre brutalmente y alcanza de pleno la cara del cabo artillero, quien se desploma con la frente, boca y nariz aplastadas. Sus compañeros empujan su cuerpo a un rincón de la plataforma de tiro y vuelven a servir la pieza como locos enfurecidos. Este hombre, gravemente herido, se salvará. Desde el crucero "Canarias" observan asombrados la resistencia y combatividad del bou que continúa su infernal carrera entre disparos y explosiones. Años después, Manuel de Calderón, director de tiro del crucero, decía: "No he conocido hombres más valientes que aquéllos. El bou ardía por los cuatro costados. Parecía que no podía quedar nadie vivo a bordo, pero cuando nos acercábamos para el remate nos soltaban otro cañonazo". El comandante del "Canarias", Salvador Moreno, declararía igualmente "que aquellos hombres del "Nabarra" eran de una valentía sin igual; yo intercedí personalmente ante el general Franco para que no se fusilase a nadie. El general Franco era un hombre frío y duro, pero al contarle la gesta se emocionó como militar que era ". Siempre es delicado hablar de valor, pero aquí los que hablan son precisamente los que destruyeron el bou "Nabarra". Calderón aparecerá otras veces en esta narración. De Salvador Moreno, que siempre apreció a sus adversarios en el mar, recojamos el recuerdo que le enviaron dos capitanes de la Marina de Euzkadi, después que hubiese hecho ciertas gestiones para que Alejo Bilbao, comandante del "Bizkaya", saliese de la cárcel. El recuerdo era una medalla de la Virgen de Begoña con la inscripción: "A Salvador Moreno, Almirante caballero del Mar, de dos marinos vascos, A.B., A.B." (Alejo Bilbao y Ángel Bayo). Hay otro observador de la singular batalla; es el bou "Donostia ". El comandante del pequeño bou, Francisco Elortegi, había llamado a Bilbao pidiendo aviones y recibido contestación diciendo que se enviaban; inútil decir que nunca llegaron. Elortegi, en la periferia del combate, y a unos 10.000 metros del "Canarias", no puede intervenir con su cañón de 75, pero observa cómo el "Nabarra" bate al "Canarias" desde unos 7.000 metros, y cómo proyectiles del bou caen cerca del crucero; por otra parte, el crucero envía alguna andanada como advertencia al "Donostia". Un cañonazo pega en un tirante de metal del puente, que dobla, astilla el puente y la metralla penetra en la cabina del comandante. Elortegi ve disparar las torres de proa y popa del "Canarias". Igualmente contempla asombrado al bou "Nabarra" en llamas, disparando sin cesar y maniobrando protegido por el fuerte oleaje. En uno de los acercamientos del "Canarias" un obús del "Nabarra" alcanza al crucero, matando un guardiamarina y haciendo varios heridos. Se acerca el fin. Un proyectil del crucero atraviesa cubierta superior, inferior, y estalla en el tubo de alimentación de las calderas y máquina del "Nabarra". En la tremenda explosión interna perecen casi todos los maquinistas, fogoneros y paleros. Saliendo de las entrañas del "Nabarra" aparecen varios titubeantes moribundos, quemados por el vapor. Sus carnes escaldadas cuelgan lastimosamente; han perdido cejas, pelo, piel, y se les va la vida. Uno de ellos, Hormaechea, de Bermeo, quemado en el cuerpo y manos pide a Pedro Torre un cigarro y éste se lo coloca en la boca, encendido. Un fogonero de alta estatura, Guetai, está también abrasado y se tira al mar. Cajigas y los demás han muerto abajo, en sus puestos, y sólo quedan tres que sobrevivirán: Lekue, Manterola y Pedro Clemente, que han escapado. Aunque el bou va perdiendo lentamente velocidad, la pieza de popa sigue disparando después de la terrible explosión. Moreno y Sarasola comprenden que en breve el "Nabarra" quedará sin maniobra. Estos dos hombres enérgicos y decididos están determinados a que ni ellos ni el "Nabarra" caigan en manos enemigas, cosa que podría ocurrir si el "Canarias" enviase un par de lanchas con marineros armados al abordaje del bou a la deriva con su cargamento de muertos y heridos. Al principio del combate el comandante Moreno había dicho: "Aquí morimos todos", y esta trágica frase se está convirtiendo en realidad. En su puesto en la pieza de popa, disparando furiosamente, Pedro de la Hoz, verdadero hombre de hierro y jefe de guerra nato anima a sus compañeros, pero sin engañarles: "¡Aupa, muchachos, duro, de aquí al cielo. " Muchas veces durante el combate Sarasola va del puente al cañón de popa, para dar ánimos y activar el fuego. Pedro de la Hoz y él se comprenden, porque son de la misma fibra de nervio, valor y patriotismo. Muchos años después diría un compañero de Pedro: "Perico nunca supo de qué color es el miedo". Moreno, Sarasola, los oficiales y tripulantes habían sabido siempre que el bou "Nabarra" nunca se rendiría. La idea, compartida por todos, era muy simple: si el bou encontraba un adversario inferior, lo hundía o llevaba a Bilbao; si encontraba un adversario superior, perecería, pero jamás sufriría la humillación de captura. Por eso está todo claro y todos de acuerdo. Los oficiales del "Nabarra " han obedecido hasta ahora con rigor castrense a todas sus órdenes, defendiendo al "Galdames" y luchando contra el "Canarias ", oponiendo a la superioridad del crucero la terca y brutal resistencia del bou, forjada por un irrompible espíritu colectivo de combatividad. Estos oficiales, Moreno, Sarasola, Basarte, Olabeaga, Cahue, saben que su muerte es segura, ahora en el barco o más tarde en tierra por fusilamiento. Todos han cumplido con su deber hasta el final y dos de ellos lo harán hasta más allá del final, al hundirse con el "Nabarra". Benjamín Diego, segundo camarero, ha permanecido durante la batalla en su puesto de combate en la santabárbara del cañón de popa, llenando saquetes de pólvora y subiendo munición por el montacargas a la plataforma de tiro. Desde la bodega oye las exhortaciones de Pedro de la Hoz; de vez en cuando sube a respirar un poco de aire, cuando la pieza deja de disparar durante unos minutos, para enfriarse. Durante una de sus visitas a cubierta está con dos compañeros cuando uno de ellos dice: "¡Aguantadme, que me caigo!". Lo posan en cubierta, y le echan agua, pensando en un desmayo; es inútil. Está muerto, un metrallado le ha destrozado la espalda. El bou "Nabarra " sigue perdiendo velocidad y dirección, pero todavía navega sobre su arrancada y un resto de energía en la máquina. El comandante ordena abrir las compuertas de fondo para hundir el destrozado bou; Sarasola y Pedro de la Hoz, pistola en mano, bajan a las bodegas y abren los fondos. Al mismo tiempo, el comandante pasa la segunda orden: "¡El que quiera, a los botes; el que quiera, que se quede!". El cañón de popa cesa de tirar, mientras los marinos y artilleros se preparan a botar la lancha salvavidas de babor. Los botes salvavidas no van en los pescantes, sino simplemente posados en sus soportes con un amarre ligero, para que si el bou saltase por mina o torpedo, saliesen despedidos. Se trata ahora de quitar este amarre, enganchar las pastéeos de los pescantes al bote, para luego girarlos y arriar. Francisco Quintana y Benjamín Diego suben al bote y quitan el amarre; un brusco bandazo les precipita a ellos y al bote al agua, por no haber podido fijar las pastecas. Diego, al caer al agua, decide que más vale acabar ya, y se deja hundir, hundir, para luego dar un gran trago y ahogarse. Pero el instinto de conservación vence; ya sin respiración, nada fuertemente hacia arriba y al volver a la superficie ve la lancha salvavidas cerca, anegada y con sólo un palmo de franco-bordo, y a Quintana dentro. Varios marineros y artilleros saltan desde cubierta al agua para alcanzar el bote. Quintana y Diego le ayudan a subir con mucha dificultad a Gonzalo Uribarri, y luego van llegando Ardaide, Lekube, Uñarte, de Dios y tres más. Pero el bou lleva todavía algo de marcha; unos cuatro o cinco tripulantes saltan demasiado tarde y por lo tanto demasiado lejos de la lancha salvavidas y se ahogan, entre ellos un cabo artillero de Castro. Quintana y Diego abren a hachazos un pequeño tonel de agua dulce, y con él achican enérgicamente, hasta que Quintana dice: "¡Basta! A lo mejor podemos escapar, tenemos vela y remos, quedemos bajos sobre el mar para que no se nos vea y no achiquemos más". Pero su esperanza es vana. Mientras el bou "Nabarra" sigue alejándose, haciendo una ruta zigzagueante de animal herido a muerte, "Canarias" se acerca al bote salvavidas y estos supervivientes son hechos prisioneros por el crucero. El fin y la noche. El bou "Donostia” Sobre el "Nabarra" moribundo se va cerniendo el ambiente de los últimos momentos. Se prepara el bote salvavidas de estribor, y a la vista de lo ocurrido con el de babor se fijan adecuadamente los pescantes a la embarcación. "Primero los heridos", dice alguien. A Olabeaga, tercer oficial, gravemente herido, se le coloca sobre una colchoneta y se le embarca, así como al cabo artillero con la cara aplastada. Los demás, algunos heridos levemente, van pasando al bote. Moreno y Sarasola, pistola en mano, ayudan y observan, después de haber dicho que ellos se quedan a bordo, y que no les cogerán vivos. Ambrosio Sarasola le dice a Pedro de la Hoz: "Pedro, quédate a bordo, que será mejor". Pedro responde: "No. Si me matan, por lo menos tierra darán " (a sus huesos). Sarasola le pide: "Si escapas con vida, vete un día a Lekeitio. Pregunta por mi novia, María Teresa Erkiaga. Dale un beso de mi parte, y dile que me voy por ella y por Euzkadi". Estos diálogos puntúan con su sencilla grandeza la cercanía de la muerte y el fin. Al segundo bote suben, además de los dos heridos graves, Torre, Cahue, Clemente, Basarte, Manterola, de la Hoz e Ibargarai. La lancha salvavidas, en buena posición, empieza a bajar al mar con su cargamento humano, de la Hoz arriando desde popa y otros desde proa. A media arriada, los cabos de los pescantes se traban en los motones, y el bote queda colgado a media banda, entre cubierta y mar, dando unos terribles golpes contra el casco a causa de los bandazos de "Nabarra". "¡Pronto, cuchillos!", gritan varios para cortar los cabos y hacer caer el bote al mar. Torre, medio salta, medio sube otra vez a cubierta a buscar alguna navaja o cuchillo. Va a la cocina. En la cubierta, a babor, Torre se encuentra con Sarasola: "Hala, Ambrus, ven al bote " -le dice Pedro-. "A mí no me cogen vivo», responde Sarasola, que está fumando, "y poca vida me queda en cuanto acabe este cigarro. Prefiero un tiro." Torre coge un gran cuchillo en la cocina y ve varios tripulantes postrados, sin habla, sentados o tumbados en cubierta. Las miradas agotadas y vacías de estos hombres reflejan ya su ausencia de este mundo y la aceptación de la muerte con tal que se les deje en paz. Torre salta al bote salvavidas, que sigue dando golpetazos contra el costado del bou. "¡Un, dos, tres!". Perico de la Hoz y él cortan los cabos, y la lancha cae al mar, llenándose de agua por la caída y por los agujeros de metralla que han perforado su casco. Los supervivientes de este bote empiezan a organizarse, mientras se aleja de ellos el "Nabarra ", cada vez más hundido pero todavía con algo de marcha por su inercia. En la cubierta baja del bou están el comandante Enrique Moreno y el primer oficial Ambrosio Sarasola, de la Marina Auxiliar de Euzkadi. Cada uno empuña una pistola, y este es el último recuerdo de sus dos oficiales principales que le quedará para siempre a Pedro Clemente, uno de los tres fogoneros escapado milagrosamente de la explosión en las calderas. En la mente de los supervivientes queda la idea que los dos oficiales se suicidarán antes que entregarse. Esto no se sabrá nunca, pero lo que sí sabemos es que eligieron hundirse con su barco. En la escena del terminado combate hay ahora cinco embarcaciones; tres, a la deriva, que son el bou "Nabarra", hundiéndose ya por popa, y los dos botes salvavidas. Dos, en orden de marcha y maniobra: el crucero "Canarias" y el bou "Donostia". Son ahora hacia las 17,30 horas y el tiempo es oscuro y húmedo, lo que adelante la llegada de la noche. Desde el "Canarias" han observado la botadura de los dos botes salvavidas del "Nabarra ", a la vez que la ruta zigzagueante del bou en llamas, y aprecian también como va hundiéndose. El crucero se acerca al bou y le dispara a quemarropa una tremenda andanada que ha quedado grabada en la memoria de los supervivientes. Todo salta, y puente, cubiertas, cañones, tapas, maderas y maquinillas vuelan por los aires. Nunca sabremos si los oficiales se suicidaron, pero nos parece por lo menos tan probable que perecieron en esta terrible explosión. El crucero ahora hace rumbo hacia la primera lancha salvavidas botada desde el "Nabarra", la de babor, donde están Diego, Quintana y otros. En este momento a las dos embarcaciones de salvamento les separa una distancia de una a dos millas, como resultado del intervalo de tiempo entre sus botaduras y la marcha del bou. Entra ahora en escena el pequeño bou "Donostia". Este bou de 287 toneladas, con un cañón de 75 mm en proa y uno de 47 mm en popa ha observado el combate sin poder intervenir por su débil artillería, aunque ha sido alcanzado por un disparo del "Canarias". Ahora, acabada ya la batalla, va a ocurrir un episodio que le coloca a Francisco Elortegi, comandante del "Donostia", a la altura de sus compañeros Galdós del "Gipuzkoa", Bilbao del "Bizkaya", y Moreno del "Nabarra ". Mientras el gran crucero maniobra para recoger el primer bote del "Nabarra", "Donostia" da avante toda máquina para recoger el segundo bote. Al hacer esto, el pequeño bou se acerca a menos de dos millas del crucero, colocándose a distancia suicida de la artillería del "Canarias". Este acto de valor sin esperanza define bien a aquellos hombres y aquella batalla, a la vez que respeta la eterna tradición de los marinos en su obligación de salvar a sus compañeros. Desde el segundo bote, medio anegado de agua con la que se mezcla sangre de los heridos, Perico de la Hoz y sus compañeros ven con asombro cómo se acerca el "Donostia" para recogerles. Entre Elortegi en el bou y los supervivientes en el bote se entabla un furioso diálogo. "¡Preparaos para que os recojamos!" -grita Elortegi-. De la lancha le llegan fuertes gritos y opiniones: "¡Escapad!" "¡Para caer presos ya bastamos nosotros!" "¡Nosotros tenemos más responsabilidad, se hace de noche, mientras nos cogen podéis escapar!." Pero Elortegi no quiere ceder, no quiere dejar a los del "Nabarra", hasta que al final "entre maldiciones y demás conseguimos que se marcharan rumbo a Burdeos ", según uno de los supervivientes que estaba en el bote. Elortegi, emocionado, les echa baldes para achicar, vendas para los heridos, que es lo que le piden desde la lancha, arrumba al norte y pronto el pequeño bou desaparece en la noche que cae rápidamente, corriendo ahora las 18,15 horas. Con una precisión relativa se puede estimar que el duelo artillero entre el bou y el crucero duró de las 14,45 a las 17,00 horas, hundiéndose el "Nabarra" algo antes de las 18,00 horas, en el intervalo entre la captura por el "Canarias" de la primera y de la segunda lancha salvavidas. ¿Cómo o porqué el crucero no destruyó al "Donostia " de una simple andanada de su potente artillería, mientras el pequeño bou se acercaba a la segunda lancha en su misión suicida? No lo sabremos nunca, pero lo más probable es que el crucero tenía otra vez más demasiadas tareas. Tenía que observar a distancia al "Galdames", ver cómo se hundía el "Nabarra ", y recoger a la primera lancha salvavidas, por humanidad y curiosidad de ver quiénes eran los hombres que habían opuesto tal insensata resistencia. Además, visto desde el gran navío de guerra, el bou "Donostia " tal vez aparecía como un arrastrero un poco grande, sin interés como objetivo artillero. Sea por lo que sea, con este episodio "Donostia" se une en la historia a los otros tres bous y sus mandos y tripulantes, Elortegi, Uribe, Leniz, Jauregibeitia y todos los demás participarán para siempre de la tragedia y de la gloria del combate de cabo Matxitxako. Mientras el pequeño "Donostia" se pierde en la noche, no rumbo a Burdeos como creen los supervivientes en el bote salvavidas, sino rumbo a aguas francesas y Arcachón, sí hay un buque que navega hacia Burdeos. Es el destructor republicano "José Luis Diez". Este navío, a pesar de todas las llamadas en clave desde Bilbao, se ha mantenido a unas treinta millas al norte del combate, informando que no puede intervenir por una avería en máquinas. Al caer la noche, el destructor arrumba a Burdeos donde entrará a primeras horas del día 6, mientras que el bou "Donostia" atraviesa la difícil barra de Arcachón, tocando fondo y sufriendo averías, pero llegando a puerto hacia la misma hora. El Delegado Marítimo de Euzkadi en Baiona, Manuel Atejada, es enviado inmediatamente por el Gobierno a recoger informes de los dos navíos, y así lo hace, primero del "Donostia" en Arcachón, y luego, el 7 de marzo, del destructor "José Luis Diez" en Burdeos. Los informes de Atejada, excelentes en su detalle y apreciación, indican que dentro de los problemas del "Donostia" (obligación de zarpar de Arcachón, puerto neutral, en 24 horas, averías, etc.) todo es normal. En Burdeos, la situación es turbia en el destructor. Al final desemboca...
== La noche y el día. El crucero "Canarias” Volvamos ahora atrás, cuando el crucero "Canarias" recoge el primer bote salvavidas del "Nabarra". El acercamiento del crucero a la lancha, dadas las condiciones de mar, es difícil, y el remolino de las hélices del crucero dando atrás llena de agua el bote. Pero al fin suben los supervivientes por una escala de cuerda, algunos de los heridos leves con dificultad. En cubierta les esperan marinos del "Canarias", con armas y metralletas, por si acaso. Les espera igualmente el comandante del crucero, Salvador Moreno, y de él oyen las primeras palabras indicativas del trato humano que recibirán a manos de la Armada. "Tienen Vds. frío, -les dice Moreno al ver a los supervivientes mojados y ateridos de frío- pero pronto entrarán en calor". Lekube, fogonero, al subir al "Canarias", presenta un aspecto impresionante. De tez morena, pelo negro rizado y largo, está además totalmente ennegrecido por las cenizas y polvo de carbón, después de la explosión en las calderas. Uno de los marineros del "Canarias", al ayudarle a subir a cubierta le dice, socarrón: "Con esta facha que tienes no negarás que eres de la FAI" (Federación Anarquista Ibérica). Lekube, que poco entiende de la FAI, pero que no ve ninguna gracia en la situación le contesta: "Ni de la FAI ni de la FOA, yo soy nacionalista vasco". Al subir al crucero, algunos de los supervivientes observan trazas de metralla y explosiones en la obra muerta, resultado tal vez de la acción de la batería de Punta Galea o del cañoneo del "Nabarra". Una vez encerrados en una bodega, los supervivientes entregan su ropa mojada y reciben unas mantas, que cada uno amarra en su cintura, mal o bien. Luego se les da un puchero de café con leche caliente y coñac. Los heridos leves pasan a la enfermería, donde el médico militar cuida de ellos, tratándoles afectuosamente. Lentamente estos hombres van reviviendo, y aunque esperan ser fusilados irremisiblemente, empiezan a pensar en la vida. De este grupo de la primera lancha (ya que los supervivientes de los dos botes serán encarcelados separadamente), Francisco Quintana toma la iniciativa, y después de entablar conversación con los marinos que les guardan pregunta quiénes son los oficiales del crucero. "Entre otros —le dice uno de sus guardas- está don Manuel Calderón ". Abramos aquí un amplio inciso para hablar de Manuel de Calderón. Cuando no vivan ya los supervivientes del "Nabarra", ni vivamos los que escribimos estas líneas, vivirá la memoria de este hombre junta para siempre con la gloria y tragedia del combate de cabo Matxitxako, y con el recuerdo de los marinos vascos que en él participaron. Manuel de Calderón ha atravesado los años trágicos de España hasta nuestros días dejando una estela de honor, rectitud y humanidad. Nacido en Deba de una familia cercana a Palacio, Calderón siempre se caracterizará como un perfecto oficial de la Armada. Marino y vasco, sabrá, a través de la tormenta de la guerra civil, conciliar valor y humanidad en su actuación. Calderón sabe además lo que es el valor. Cuando estalla el levantamiento del 18 de julio, 1936, es comandante del destructor "Velasco", que se encuentra en El Fenol con otros varios navíos de la Armada que como él están siendo reparados o terminados, y por lo tanto paralizados y sin maniobra. En el primer momento, en los demás navíos, tripulaciones y trabajadores del arsenal matan a los oficiales y ocupan los buques. En el destructor "Velasco" es distinto. La tripulación le es fiel a Calderón, porque este hombre ha sabido ser un verdadero jefe, controlando su mando por contacto humano y personalidad. A la tripulación del "Velasco", que está atracado al muelle, se le entregan las armas de abordo y con fuego de fusilería rechaza todos los ataques de los obreros del arsenal, hasta que llegan las tropas de la periferia de El Ferrol que se han unido al levantamiento. Francisco Quintana conoce a Calderón desde que hizo su servicio militar en la armada, y pide al guarda de los supervivientes permiso para verle. Al de algún tiempo, custodiado por un teniente de infantería de marina, Quintana con su manta en la cintura, es llevado a presencia de Calderón. "Hombre, Ciérvana (Quintana es de Zierbena)" -dice Calderón al reconocerle-. Hablan luego de varios conocidos comunes, y están en plena conversación cuando aparece un teniente que quiere interrogar a Quintana sobre el calibre y alcance de las piezas de Punta Galea. "Retírese" -le dice Calderón-. Y luego añade para Quintana: "Yo haré lo que pueda por vosotros, pero la cosa está difícil". Los marinos de la segunda lancha han sido también recogidos por el crucero "Canarias", y a Mario Cahue, telegrafista, se le lleva inmediatamente, mojado y aterido de frío a la presencia del comandante Moreno, ahora en el puente de mando exterior. Rodeado de marinos y oficiales arropados con sendos chaquetones contra el cortante frío, Moreno hace varias preguntas a Cahue que tiembla incontroladamente. Al final le dice: "No tiemble que nosotros no fusilamos a nadie". A duras penas, entrechocando los dientes, Cahue responde: "Mi comandante, tiemblo de frío". Moreno se da cuenta de esto y dice: "Tiene razón" -y ordena que le lleven abajo y le abriguen-. Varios tripulantes de la segunda lancha hablan con Calderón, entre ellos Perico de la Hoz. A éste Calderón le pregunta: "¿Qué tal por Bilbao?". "Muy bien, animados para ganar la guerra", contesta Perico. Calderón insiste: "Los gudaris que fueron a Asturias, ocho batallones, murieron todos." "No, -discute Perico-porque mi hermano y otros gudaris de Getaria vinieron vivos y los que murieron fue por traición. Si hubiésemos tenido en Bilbao los aviones que había en Asturias, nos hubiesen salvado y también al "Galdames". Durante toda la noche el crucero "Canarias" continúa su búsqueda entre Matxitxako y Arcachón. En la bodega donde se encuentra el grupo de Perico de la Hoz hay muchas cajas. Las abren esperando encontrar municiones para hacer saltar el barco. Piensan los tripulantes del "Nabarra" que no hay salvación posible y que es mejor morir de esa manera. Pero después de un arduo trabajo abriendo las cajas no encuentran explosivos. Al día siguiente, 6 de marzo, los prisioneros reciben un tazón de café con leche y al mediodía una buena comida. Hacia las dos de la tarde se les devuelven sus ropas, y reciben de un oficial de guardia la orden de salir uno por uno, hasta llegar a la sala de torpedos. Allí se reúnen los supervivientes de los dos botes, separados hasta ahora, y con alegría ven que quedan diez y siete marinos del "Nabarra" en pie. Pero no está todo claro; los del bou "Nabarra " están rodeados por infantes de marina con fusiles y metralletas. Aparece el capellán castrense del crucero, R. P. Ascunce, con una cruz, y los marinos del bou piensan que ha llegado su última hora y que serán inmediatamente ejecutados. Pedro Torre, que ha guardado una foto de su mujer e hijos, se la tiende a un infante de marina vasco que la guarda y le dice en euskera: "Por favor, entrega esto a mi mujer, y dile que siempre me he acordado de ella". El otro responde: "¡No, hombre, aquí no matamos a nadie! ". Detrás del capellán en una camilla traen un cadáver, cubierto con la bandera española y una cruz, seguido por el comandante Moreno, quien se dirige a los marinos vascos, firmes, y les dice: "Aquí tenéis un español que ha sabido morir por su patria, y no traicionarla, como vosotros ". De la sala de torpedos los prisioneros y el cadáver son llevados a cubierta y de allí en botes transferidos al destructor "Velasco" que está cerca del crucero, ya que éste, por su porte, no puede entrar en Pasaia y debe continuar su misión. Los marinos del "Nabarra" abandonan el "Canarias" con recuerdos de trato correcto y humano dentro de las leyes de la guerra. Sólo hay, tristemente, una nota agria allí donde precisamente estos hombres en trance de muerte podían esperar ayuda y consuelo. El capellán castrense poco ha asistido a los marinos del "Nabarra" y a éstos les queda la impresión que no hubiese hecho nada de no haber sido ordenado por el comandante Moreno. La ayuda de Calderón a los supervivientes empieza desde este momento, al darle una cana personal suya a Quintana para que la entregue a título de recomendación al comandante del destructor "Velasco", en el cual están ahora embarcados diez y siete marinos del "Nabarra". Los dos heridos graves no son transportables, y permanecerán en la enfermería del crucero hasta su regreso a El Ferrol. Prisioneros ahora en el pequeño destructor, los del "Nabarra" no han perdido todavía toda osadía o esperanza. Cualquier cosa es preferible a la muerte segura que les espera en tierra. David Sanz y Perico de la Hoz encuentran amigos de la "mili" en la tripulación del "Velasco". Perico reconoce a un sargento que comparte sus ideas políticas y le pide dos pistolas para hacerse con el destructor y llevarlo a Bilbao. David Sanz hace lo mismo, pero los tripulantes no se deciden. Al caer la tarde del seis de marzo el destructor "Velasco" entra en Pasaia. A las ocho los marinos del "Nabarra" ingresan en la cárcel de Ondarreta, en Donostia-San Sebastián, después de responder a las preguntas rituales a todo encarcelamiento de aquella época, entre ellas la de: "¿de qué filiación?" "Nacionalista", responden casi todos. La muerte y la vida. La cárcel La vida carcelaria con todos sus detalles y anécdotas toma su curso normal para los hombres del bou "Nabarra". Primero están incomunicados varios días en unas trasteras, luego pasan al juzgado a declarar. Finalmente son instalados en celdas por grupos de seis o siete. Como utensilios de comida y servicios disponen de una palangana, varias latas vacías y un cubo viejo. La instrucción del sumario se hace de manera expeditiva: "Ustedes digan lo que quieran -les informa a los prisioneros un escribiente del juzgado- y nosotros escribiremos lo que queramos ". En mayo hay un primer juicio, del que salen con pena de muerte seis de los prisioneros. Los demás reciben cadena perpetua. Después de este primer juicio los reclusos pueden recibir visitas familiares. Naturalmente, cada uno trata de reunir testimonios y recomendaciones para salvar la vida. Alguno trae un franciscano de su pueblo, otros sus párrocos o cartas o apoyos de los ayuntamientos de donde proceden. El 13 de julio se reúne el consejo de guerra ordinario, para ver otra vez la causa de los tripulantes del "Nabarra ", en procedimiento sumarísimo. Ha habido un complemento de información para algunos de los penados, como resultado de la toma de Bilbao por las tropas franquistas, y varios tripulantes son vizcaínos. El juicio es público, con numerosa asistencia. El abogado defensor declara: "Franco ha dicho que aquellas personas que estén en quintas y que hayan servido al enemigo, pero que no hayan robado, violado o asesinado, serán perdonados. Estos hombres no han hecho nada de eso". La postura del fiscal es que: "Estos son los hombres más incondicionales y adictos al Gobierno de Euzkadi". Se leen testimonios y se oyen testigos, entre ellos a doña Pilar Careaga y al Conde del Cadagua, quienes prestan declaración a favor de Francisco Quintana, que ha sido marinero suyo y es "honrado, trabajador, disciplinado ". La verdad es que éste es el problema. Los 19 supervivientes tienen todos excelentes antecedentes, y lo único que se les puede reprochar es su pertenencia a la Marina Auxiliar de Euzkadi y a la tripulación del bou "Nabarra ". Además, se ha corrido ya la noticia de que el combate fue algo fuera de lo ordinario, que estos hombres merecen la vida, y en este sentido, fuera del juzgado pronto concurrirán las opiniones y recomendaciones de Manuel de Calderón y de Salvador Moreno, comandante del crucero "Canarias ". A pesar de todo cae la sentencia. Es cruel. Los 19 supervivientes son condenados a muerte. Merecen ser extractadas de la sentencia algunas frases que ayudan a comprender los conceptos y problemas de aquella época. A través del plomizo lenguaje jurídico apercibimos realidades e ideas: "Desde sus puestos respectivos (los procesados) en que a bordo se encontraban, coadyuvaron a mantener la actitud rebelde de la nave hundida... Considerando... que el delito de rebelión militar... ha sido consumado por cada uno de los procesados desde el momento en que con conocimiento del carácter guerrero del buque en que se enrolaban tomaron posesión de sus nuevos destinos, al servicio de la flota facciosa de quienes detentaban el poder..." Hasta aquí van las cosas bastante claras, aunque merezca anotarse el uso de la expresión: "Flota facciosa". Pero ahora llega lo complicado, porque de hechos pasamos a motivaciones: "Cuya actitud (de los procesados) al enfrentarse con nuestro crucero, muestra el espíritu rebelde y la persistencia del ánimo delictivo, así como su identificación ideológica, casi mística, con los ideales de quienes usufructuaban en "euzcadi" y en toda la zona roja el poder... " La dialéctica farragosa de la sentencia desaparece de pronto ante las palabras: "identificación ideológica, casi mística..." Aquí, jueces, secretario y sentencia han tocado la verdad profunda de los hombres del "Nabarra ". A su sencilla manera estos hombres son místicos, y contra la mística sólo puede la muerte. Los conceptos que comentamos se perciben en la sentencia y son parte de la aureola que empieza a crearse alrededor del episodio del "Nabarra". Hay que hacer notar también el otrosí de la sentencia, en la que se menciona la posibilidad de proponer la conmutación de algunas de las penas de muerte: "Habiendo cuenta de las condiciones sui generis en que se produjo el hecho de autos y los informes que de su conducta anterior constan ..." Hemos explicado ya el origen de los buenos informes. Detrás de las "condiciones sui generis" nos parece que, leyendo entre líneas, se puede intuir el hecho de un combate excepcional, y su aceptación incluso por el tribunal, influido por las opiniones y recomendaciones de los vencedores Calderón y Moreno, comandante del "Canarias". Pero la suerte está echada. Para los marinos del bou "Nabarra" empieza ahora la inmensurable espera de la muerte. Normalmente, los condenados son ejecutados un mes después de sentencia. El grupo de la celda de Pedro de la Hoz estaba formado por los oficiales Basarte y Olabeaga, el telegrafista Cahue, Ibargarai y Manterola. Pasan los días, las semanas, los meses. Los reos viven en el trágico ambiente de las cárceles con numerosos condenados a muerte, con las "sacas " y gritos nocturnos, los amigos que van desapareciendo, las entradas en capilla, las ilusiones que acaban ante el paredón. Los hombres del "Nabarra " viven en la espera de su incógnita hora de muerte, en total angustia. Pero lentamente se van acumulando factores a su favor. Pelletier, un piloto francés que ha conocido a los presos del "Nabarra" en la cárcel, es liberado, y habla de los supervivientes y del episodio. El corresponsal del diario Times de Londres, Steer, en su libro "The tree of Gernika", hace una emocionante narración del combate de cabo Matxitxako. El gran poeta inglés, C. Doy Lewis, escribe un espléndido poema de inspiración épica, y lo publica con el título "The Nabarra (Overtures to death and otherpoems) ". Leamos algunos de sus versos:
"Fueron a la batalla sabiendo Que el triunfo era improbable, y así fue. Las mareas de Vizcaya Sobre los obstinados huesos de algunos de ellos pasan Mientras vientos gimen en torno de prisiones Donde los demás como su barco En el fondo del mar se van enroñando. Hombres de la tierra vasca... Hijos del Mar Cantábrico... Eran hombres sencillos Que a la vida no exigieron míticos esplendores. Y porque la amaron tanto En su familiar pureza Prefirieron, en sus rudos corazones, Perecer antes que entregarse".
En España misma afluyen cartas y peticiones para que se salve la vida de los marinos del bou. Salvador Moreno, del crucero "Canarias", ha llegado a las máximas alturas. Calderón utiliza todos los medios posibles. Su gran oportunidad llega cuando es nombrado ayudante naval de Franco, en Burgos. Ha pasado ya mucho tiempo, y los hombres del bou "Nabarra" llevan en la cárcel una vida de consideración y buen trato, pero siempre en espera de la muerte. David Sanz es cocinero; Juan de Dios, monaguillo (predestinado, sin duda), Benjamín Diego, encargado de limpieza. En otoño de 1938, los factores que mantienen la espada alejada de los supervivientes parece que se debilitan; la inexorable rutina de la burocracia pide un fin al expediente. Todos los signos indican que la ejecución de la sentencia se aproxima. Queda una y última esperanza: Calderón. En Burgos, Calderón recibe un mensaje del abogado de los supervivientes, en el que le explica que el momento es crítico y le ruega entregue una carta pidiendo clemencia al generalísimo. El mismo día, Calderón entrega la carta a Franco, quien, conociendo ya el asunto, le pregunta: "¿Por qué se interesa tanto por estos hombres?". Calderón responde: "Mi general, no se puede fusilar a unos valientes como ésos". Franco se queda con la carta y, según su costumbre, no responde inmediatamente. Al de una semana, Franco le llama a su ayudante naval: "Calderón, sobre el asunto de esos vascos del "Nabarra", vaya a San Sebastián y sáquelos de la cárcel. Quedan libres. Después les invita usted a comer chipirones, por su cuenta, naturalmente. Quiero que luego sea usted su vicecónsul, para que una vez en libertad no les molesten con papeleos, expedientes, etc." Para Calderón es este momento de personal y emocionada alegría; estos son hombres del litoral vasco, gente que él conoce y aprecia en la paz y en la guerra. Están salvados. ¿Por qué Franco salvó la vida de estos vascos? En opinión de Manuel de Calderón, Franco no era sensible a recomendaciones palaciegas, financieras, políticas o sociales. Pero sí respetaba el valor. Cuando el ex comandante del destructor "Velasco" le habla de valor a Franco, éste respeta su opinión y la comprende. En un sentido más profundo, los del bou "Nabarra" se salvaron a ellos mismos, al demostrar un valor de tal alcurnia que brilló a través de los hechos, los papeles, los jueces, que atravesó las líneas de batalla y que llegó hasta la única persona que les podía dar la vida, Franco, hombre frío y despiadado, pero que respetó a los del "Nabarra". Treinta de noviembre 1938, 18,00 horas, cárcel de Ondarreta, San Sebastián. En los varios patios, los presos se pasean y fuman; algunos, como Pedro de la Hoz, juegan a la pelota. Hay un total de unos 600 reclusos, de los cuales 85 están condenados a muerte. De pronto circulan los guardas, pasando la orden: "¡A formar!" En el patio principal forman enfilas unos 400 presos, entre ellos los del bou "Nabarra", y pronto se hace el silencio. "Los de pena de muerte, un paso adelante!", ordena el brigada de guardia. Los 85 condenados obedecen, entrecruzando miradas de duda y angustia. ¿Habrá llegado su turno? Pero hay alguna esperanza, ya que es demasiado temprano para la "saca", que suele ser hacia las 10 de la noche. "¡Los del "Nabarra", otro paso adelante!". Dado otro paso, los supervivientes siguen en la angustiosa duda. "Esto huele muy mal", dice alguno de ellos. Verdad es que Pedro de la Hoz siempre decía incluso a la cara de guardas y carceleros: "No tienen c... para fusilarnos a todos", pero en fin... "Los del "Nabarra ", al juzgado!". Silenciosamente, meditabundos, los marinos abandonan la formación y se dirigen en fila al túnel que va de la cárcel al juzgado. Aquí pasan por un pasillo al cual dan varias habitaciones, algunas con puertas abiertas, cuando Pedro de la Hoz ve a Calderón en una de ellas; en un relámpago comprende que están salvados. "¡Ánimo, muchachos -grita- ahí está don Manuel Calderón. Ese no viene porque nos van a matar!". Los supervivientes se agrupan alrededor de Calderón, quien les anuncia que son agraciados; algunos lloran, y apenas pueden atender la lectura por el juez Caballero, de las fórmulas jurídicas: "S. E. el Jefe del Estado... se ha servido conmutarles, por la inmediata inferior en grado, la pena capital que les fue impuesta y asimismo, a su vez, ha tenido a bien remitirles en su totalidad a los citados condenados la aludida pena de privación de libertad...". Es decir que no sólo están vivos, sino también libres! El momento es profundamente emocionante. Calderón, para salvar la apariencia ante el juez, les dirige un pequeño sermón en el tono: "Habéis sido malos, se os perdona, ahora sed buenos", cuando en el fondo lo único que le importa es la vida de estos hombres que aprecia. Los oficiales Basarte y Olabeaga y el telegrafista Cahue no son liberados el mismo día, pero ya están a salvo y pronto serán liberados. Ya fuera de la cárcel, los 16 supervivientes (fueron 20, no 16, según nos advierte Juan Pardo jpardo@gipuzkoa.net) forman un semicírculo alrededor de Calderón. "¿Alguno de vosotros sabe conducir?, porque necesito un chofer" dice Calderón. Desgraciadamente no. "Bueno, me llevo a los más turistas conmigo a cenar chipirones " -añade-. Van con él David Sanz, Juan de Dios, Francisco Quintana y Pedro Clemente. Los demás no caben en el coche de Calderón, y además tienen amigos o sus propias casas cercanas. Los cuatro "turistas" hacen un recorrido de tascas en Donostia y luego cenan chipirones en Hondarrabia, invitados por Calderón. La buena comida y bebida, más el aire de la vida y la libertad, hacen que sea muy animada la ocasión. Al día siguiente los marinos del bou "Nabarra " están en sus pueblos y en sus casas. Tienen que presentarse a la policía. Los que están en edad militar tendrán que incorporarse a la filas franquistas. Así lo hacen, pero el fin de la guerra está cerca, y los supervivientes no tendrán que añadir un episodio bélico más a su ya complejo historial. Alguno deserta antes que ir al frente a luchar contra la República, pero acabada la guerra las cosas en general se calman para los hombres del bou. La sombra benéfica de Calderón sigue protegiendo a los marinos vascos. Mario Cahue, telegrafista, al volver a Barakaldo, quiere trabajar en la Naval, pero no se le acepta a la vista de sus antecedentes. Cahue, desesperado, llama a Calderón, quien aparece un día en Barakaldo, sorpresivamente, en gran uniforme. Con Cahue a su lado, el oficial de la Armada convoca al alcalde, al jefe de policía y al capitán de la Guardia Civil. "Tengo orden del Jefe del Estado -dice Calderón- de ayudar a los hombres del "Nabarra ". A este señor le dan trabajo desde mañana ". Y así se hace. Al de algún tiempo de trabajar como soldador en la Naval, le llama a Cahue un amigo suyo, capitán de la marina mercante, diciéndole que necesita un telegrafista para su barco que hace la línea España-USA, empezada ya la guerra europea. Pero Cahue sólo tiene título de telegrafista de la Armada, que tiene que ser revalidado para servir en buques mercantes. Cahue hace la petición en la Comandancia de Marina de Bilbao y le es rechazada, vistos sus antecedentes. Otra vez apela a Calderón, quien telefonea a la Comandancia para que se revalide el título. Comandancia se resiste a obedecer. Calderón tiene que llamar otra vez con la autoridad de Franco para que se revalide inmediatamente el título y se le haga una reprimenda al comandante de Marina. Pedro de la Hoz, después de la guerra, quiere obtener un crédito naval para un pequeño pesquero. El crédito le es denegado, a causa de su historial. Calderón se presenta en el banco, en Donostia-San Sebastián, explicando el asunto, y avala personalmente el crédito, que le es concedido a Pedro por un importe superior al solicitado y que además amortiza en un año de pesca. A estas ayudas a los del bou "Nabarra" Calderón añade otras muchas a otros marinos, y se da el caso que tiene hoy treinta y dos ahijados, hijos de marinos vascos. Habiendo examinado con cierto detalle el combate de cabo Matxitxako, tal vez podamos presentar algunas conclusiones históricas, militares y políticas. Históricamente, el combate es la primera vez que un grupo naval vasco da batalla bajo su propia bandera (con la de la República en popa). Antes del episodio de Matxitxako hubo encontronazos y escaramuzas entre los bous y los buques franquistas, pero en esta ocasión es un grupo importante el que afronta (aunque separadamente) una gran unidad, el crucero "Canarias". Este hecho es fundamental. Si bien es cierto que a través de los siglos los vascos han luchado en todos los mares y en todas las marinas, es ésta la primera vez en que cuatro barcos vascos armados, tripulados por hombres perfectamente conscientes de por qué luchan, dan batalla en alta mar. No luchan bajo otras banderas, por derechos de comercio, problemas dinásticos o de colonización. Luchan por Euzkadi. En esta batalla perdida muchos pierden la vida, pero aparece para siempre la Marina Auxiliar de Euzkadi, el arma naval de los vascos. En este sentido, el simbolismo del combate es el mismo que el de los gudaris en tierra, pero, en nuestra opinión, por su concisión y dramatismo, hace resaltar más las particularidades históricas y militares de nuestra guerra. Si los gudaris del mar y de tierra comparten esta importante característica, la de ser las primeras fuerzas armadas del pueblo vasco con consciencia política, también comparten otra: la de desigualdad entre sus medios de lucha y los del enemigo. A los aviones alemanes e italianos y la artillería pesada en tierra corresponden las grandes piezas del crucero. A los mandos profesionales, la legión, los regulares, los italianos, corresponden la velocidad, el blindaje, el profesionalismo del crucero "Canarias". Las mismas causas produciendo los mismos efectos, unos gudaris acaban en Santoña y ante el paredón, los otros en Ondarreta, escapados del paredón por milagro. Sin embargo la historia nos enseña también que hay batallas que esconden su verdadera trascendencia, que no es la derrota o la victoria, sino cómo se venció o cómo se perdió y qué surgió de sus cenizas o de sus arcos de triunfo. Esto, para nosotros, es la verdadera importancia histórica del combate de cabo Matxitxako, símbolo a su vez de la guerra en Euzkadi en 1936-1937. Es deber del historiador hacer resaltar este hecho, para que los vascos de hoy conozcan su pasado cercano. Como dijo Santayana: "Los pueblos que no conocen su historia… Militarmente, hay varías consideraciones que hacer. Es evidente que el crucero "Canarias" resultó vencedor, ya que quedó en control de la zona de mar donde se desarrolló el combate. Estratégicamente, sin embargo, la victoria del crucero tuvo poco alcance, ya que las condiciones de dominio del mar cambiaron poco de antes a después del combate. Estas condiciones eran de dominio esporádico por las fuerzas navales franquistas, cuando aparecía una de sus grandes unidades en aguas vascas. En la práctica los mercantes entraban y salían de Bilbao con libertad aunque con riesgo y con pérdidas mínimas cuando se comparan en términos relativos a las pérdidas de las grandes flotas mercantes que navegaban hacia Inglaterra en 1941-1942, luchando contra los submarinos alemanes. Los bous siguieron cumpliendo sus misiones, protegiendo a mercantes y pesqueros, colaborando a veces con las operaciones en tierra, como el bou "Bizkaya" durante el avance italiano hacia Bermeo. La conclusión militar es que la Marina Auxiliar cumplió debidamente su cometido, y que la guerra en Euzkadi se perdió por muchas razones, pero entre ellas no está fundamentalmente la de estrangulamiento de sus accesos marítimos. Entrando en detalles se pueden hacer varios comentarios. El primero es que el temporal fue la causa inmediata de combate, al reducir la velocidad del mercante "Galdames". Al mediodía el convoy debía de estar ya bajo la protección de Punta Galea y no 25 millas al norte de Matxitxako. A posteriori se puede considerar como error de apreciación por parte de Moreno y Sarasola el haber mantenido ciegamente la derrota ordenada, al observar a la madrugada del día 5 que estaban a la altura de Lekeitio cuando debían estar ya a altura de cabo Villano y parece claro que Torre y de la Hoz tenían razón en sus opiniones del momento. Pero el obedecer las órdenes es lo que hace la grandeza y servidumbre militares. Se puede imaginar qué hubiera ocurrido si.... si por ejemplo el crucero "Canarias" se hubiera encontrado con el convoy íntegro y, una vez iniciado el combate, hubiese aparecido el destructor "José Luis Diez". El resultado podía haber sido algo distinto, ya que las piezas y torpedos del destructor eran las únicas armas capaces de dañar seriamente al crucero. Una salva lateral del "Canarias" lanzaba 1.000 kilos de acero y explosivo, mientras que una salva de los cuatro bous pesaba unos 75 kilos. Teóricamente, dadas las características de protección del crucero (51 mm y 38 mm), los proyectiles de 101 mm de los bous no podían alcanzar ninguna parte vital del "Canarias", pero sí los torpedos o proyectiles de 120 mm del destructor. Durante el combate, ya que el bou "Nabarra" estaba sólo, eran primero 1.000 kilos contra 22 (11 kg cada proyectil de 101 mm) y luego contra 11, después del fallo de la pieza de proa. Por las razones ya conocidas, los bous vascos afrontaron al crucero en orden disperso. Queda pendiente la duda de qué hubiera ocurrido si lo hubieran afrontado conjuntamente, pero sin el destructor "José Luis Diez", con un sinfín de posibilidades, en mayor parte pesimistas. Un oficial de la Royal Navy, después de estudiar el combate nos hizo varios comentarios y críticas. Le pareció increíble que el grupo vasco no fuese mandado por ninguno de los cuatro comandantes de los bous. Así era. Los cuatro tenían el mismo orden de operaciones, pero ninguno tenía mando sobre los demás. Criticó la falta de comunicaciones, primero entre Artxanda y los bous, luego entre los propios bous. Añadió que le parecía evidente que los comandantes no habían considerado las dificultades de mantener la formación de noche y con mal tiempo, ni habían tomado ninguna precaución especial, como luces especiales de sector limitado o el variar la formación a línea de fila cerrada, con menos riesgos de disgregación y de colisión. También comentó, por su propia experiencia protegiendo convoyes, que el mantener formación en malas condiciones era la más penosa tarea que existía antes de la aparición del radar. Creo que podemos hacer nuestras estas opiniones. Lo más sorprendente para este marino de guerra experimentado, así como para varios otros, ha sido la actuación de los cuatro comandantes separadamente, cada uno enfrentado con su situación y destino. Estos cuatro capitanes mercantes cumplieron con su difícil deber según las más altas tradiciones profesionales de cualquier marina de guerra y fueron seguidos por sus tripulaciones. Aquí también hay una importante conclusión: unos vascos, profesionales del mar pero amateurs en la guerra, actuaron de una manera excepcional porque estaban profundamente motivados. Desde 1937 hasta hoy ha aumentado considerablemente el conocimiento y apreciación de la importancia de la motivación en el comportamiento de los combatientes. Por último veamos las conclusiones políticas del combate. ¿Quiénes eran los hombres del "Nabarra", o de los bous? En las listas de tripulaciones aparecen junto a los nombres, en un 85%, las siglas PNV-STV, el resto siendo STV sólo, más ANV y algunos socialistas y republicanos. Un hecho importante de aquel lejano combate nos parece ser el que los hombres que lucharon, por encima de partidos y otras diversidades, alcanzaron la condición trascendental de guerreros vascos. Existió una solidaridad patriótica, a la vez que militar, una unidad en la acción, típica de los vascos, pero que tristemente sólo aparece en los más trágicos momentos. Alguna profunda razón habrá para que el canto más popular hoy y el que reúne todas las adhesiones sea el "Euzko gudariak" Para concluir, nos parece evidente que los gudaris de los bous, como sus hermanos de tierra, eran el pueblo vasco en armas, en su más clara y más importante expresión hasta nuestros días. Era aquel el ejército vasco, el primero de la historia de Euzkadi. Y en el mar los marinos del bou "Nabarra " fueron su símbolo más limpio y más brillante, cual afinado filo de una espada. A través de los años el bou "Nabarra" nos envía un mensaje sobre el sentido del deber y la muerte por la patria vasca. Tripulantes del "Nabarra " y otros bous, marinos vascos, trabajadores del mar, hombres de un pueblo sin clases, pero hombres fuera de clase, no seréis olvidados.
Epílogo ¿Qué hacen y qué piensan hoy los antiguos marinos de la Marina Auxiliar, en particular los supervivientes del "Nabarra"? De éstos quedan con certeza nueve en vida (1977). El conocer a estos hombres y hablar con ellos es un raro privilegio, a la vez que una experiencia digna de reflexión. El primer efecto de la reflexión es el de mirar a estos vascos con respeto y humildad. Respeto, porque han tocado la muerte y han atravesado la vida con total dignidad, sufriendo y trabajando duramente hasta llegar a hoy como siempre fueron, enteros, sencillos, humanos. Humildad, porque hablan de lo que hicieron con simplicidad, verdad y naturalidad, cuando estamos hoy rodeados de exageraciones, maximalismos y exclusivismos. De estos hombres que sufrieron de la guerra, de la cárcel y de la postguerra en condiciones difíciles jamás hemos oído una palabra agria contra nada o contra nadie. Siguen igual que siempre. Hombres de hierro, el tiempo ha chocado contra ellos y se ha roto. Algunos están jubilados, otros trabajan todavía. ¿Qué piensan hoy? Lo mismo que en 1937. ¿Volverían a hacer lo mismo si tuvieran 20 años? "Desde luego" -responden todos-. El 5 de marzo de 1976, a las 10,00 horas un pesquero zarpaba sigilosamente de Bermeo. Con la colaboración de la asociación Bidasoa se había organizado un sencillo acto conmemorativo del combate de cabo Matxitxako. En las aguas donde se hundió el bou "Nabarra", con la asistencia de cinco supervivientes, se hizo una breve narración del combate, y se leyó el poema de C. Doy Eewis, "Nabarra". Acto seguido fue lanzada al mar por Perico de la Hoz una corona de flores con la inscripción " Nabarra'ko gudarientzat". Luego fue levantada un acta que decía así: "En aguas de Cabo Matxitxako el 5 de marzo de 1976. Reunidos un grupo de vascos a bordo de un pesquero en aguas de Matxitxako, hemos dado a la mar una corona de flores en recuerdo de la Batalla de Cabo Matxitxako y del hundimiento del "Nabarra ". Al conmemorar su 39 aniversario, saludamos a aquellos marinos vascos muertos por su patria así como a los demás partícipes en la gesta. Deseamos igualmente enviar desde estas aguas un afectuoso recuerdo al Contralmirante Don Manuel de Calderón, en agradecimiento por haber salvado las vidas de los supervivientes del "Nabarra", gesto que no quedará olvidado entre los marinos vascos".
Nota final. En memoria de los caídos este día, el Gobierno Vasco en el exilio instituiría en 1978 el «Itsas Gudarien Eguna» que suele celebrarse en Bermeo el primer domingo del mes de marzo.
Relación sde los 29 marineros del bou Nabarra quefallecieron en combate el día cinco de marzo de 1937.
Remigio ACHIRICA IBARGOENECHEA, de 31 años, de Gorliz, CNT, camarero 1º. Tomás AGUIRRE AJURIA, de 30 años, de Bilbao, STV, practicante. Vicente AGUIRREGOMEZCORTA OTZA, de 30 años, de Mutriku, PNV-UGT, contramaestre. Nemesio ALASTRA MADARIETA, de 24 años, de Ea, STV, 2º cocinero. Melchor ALBIZU INDO, de 28 años, de Getaria, PNV, artillero. Antonio ALVAREZ DOMÍNGUEZ, de 29 años, de Pontevedra, CNT, marinero. José ARAMAYO MARCUERQUIAGA, de 37 años, de Ondárroa, PNV-STV, cabo de marinería. Segundo ARCOCHA SOLABARRIETA, de 33 años, de Ondárroa, STV, engrasador. Modesto ASPIAZU ESNAOLA, de 23 años, de Deba, PNV-STV, artillero. Vicente BUSTILLO HURTADO, de 39 años, de Barakaldo, UGT, 2º maquinista. Manuel CAJIGAS FRESNEDO, de 57 años, de Algorta, STV, 1º maquinista. Valentín CAMINO CHAVARRI, de 39 años, de Santurtzi, STV, marinero. Pedro ELGUEZABAL ABERASTURI, de 38 años, de Gautegiz Arteaga, STV, cocinero. Francisco FERNANDEZ GARCÍA, de 34 años, de Mugardos, CNT, engrasador. Miguel IÑARRA ESNAL, de 52 años, de Getaria, STV, fogonero. Antonio ITUARTE ECHEVARRÍA, de 34 años, de Mutriku, PNV, marinero. Silvestre LENIZ BILBAO, de 23 años, de Bermeo, artillero. Pedro LOPEZ PERCEBAL, de 37 años, de Aniñón, PC, palero. Juan MOGRO IBARRONDO, de 37 años, de Castro Urdiales, cabo de cañón. Enrique MORENO PLAZA, de 30 años, natural de La Unión, de la Agrupación Náutica de Barcelona, Juan ODRIOZOLA BASURTO, de 25 años, de Deba, STV, fogonero. Antonio OLEAGA BILBAO, de 41 años, de Gorliz, PNV-STV, artillero. Restituto ORMAECHEA BEITIA, de 37 años, de Bermeo, PNV-STV, fogonero. Manuel ORMAZABAL MUNIATEGUI, de 53 años, de Elanchove, UGT, 3º maquinista. Miguel SAGARZAZU ORONOZ, de 26 años, de San Sebastián, SRI, artillero. Ambrosio SARASOLA LANDA, de 27 años, de Lekeitio, STV, oficial 1º. José SALVADOR MONDARAIN, de 27 años, de Altza, UGT., Mozo. Ignacio URIONABARRENETXEA, de 26 años, de Santurtzi, STV, auxiliar de máquinas. Calixto ZALDUA PALOMARES, de 25 años, de Bermeo, STV, fogonero.
Nueva Nota final: Hoy, marzo del 2007, el amigo Juan Pardo nos ha corregido y ampliado esta información con este amable e interesante mensaje:
Soy Juan Pardo. Tengo una página web sobre la Marina Auxiliar de Euzkadi desde hace 8 años y he visto hace poco tu página sobre el combate de Matxitxako y tu padre (http://www.euskalnet.net/laviana/monografias/matxitxako.htm) y te voy a mandar una lista completa de la tripulación del Nabarra durante el combate. Eso me lleva a corregirte un par de cosas: Los supervivientes fueron 20, no 16 Citas a un marinero de apellido Moro. En realidad era Juan Mogro, de Castro-Urdiales. Como verás la afiliación política de la tripulación era: PNV-STV (55%), PS-UGT (19%), CNT (8%), Izquierda Republicana (6%), PC-SRI (6%), Sindicatos profesionales (4%) y ANV (2%). Esta distribución se reproducía de forma parecida en todos los bous y era también, más o menos, la de la propia Marina de Guerra Auxiliar.
Un cordial saludo. Juan Pardo jpardo@gipuzkoa.net Asocian Matxitxako
Y al mensaje adjuntaba este cuadro:
Tripulantes del Bou Armado NABARRA (5-3-37)
Nota: Otro tripulante más, el mozo José Blanco Fernández, no estaba a bordo del buque el día del combate por estar de baja médica.
Fuentes: las citadas en el texto.
Antonio Castejón. maruri2004@euskalnet.net
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